domingo, 3 de octubre de 2010

11. Dejando claras las cosas

Abrí los ojos.  Estaba en mi cuarto, en mi cama. Me levanté extrañada. ¿Qué había pasado? Era de noche. Lo único bueno es que era viernes. Podía dormir mañana todo lo que quisiera. Umm, tenía hambre. De repente me di cuenta de que no había comido. Podía ver a Violeta dormir en su cama, al otro lado de la habitación. Entonces, suavemente, alguien abrió la puerta.
-¿Tienes hambre?-me preguntó Miguel.
Sin pensar fruncí el ceño. A penas recordaba nada. Asentí, y fui a salir de la habitación. Le seguí, y en la cocina, él empezó a prepararme algo.
-Miguel-le llamé.
-Qué.-dijo.
-¿Qué ha pasado esta tarde?-pregunté.
-¿No te acuerdas?-exclamó sorprendido.
-Algo sí… me hiciste enfadar…-dije analizando mis recuerdos… y yo… yo…
Horrorizada le miré.
-¡Me declaré!
-Sí-dijo él.-pero tú quieres a ese tal Luis.
-Pues claro-afirmé dándole la espalda.
-Pero a mí también me quieres…-dijo.
-Tú…-dije recordando débilmente.- ¡tú me besaste! ¡No puedo creerlo! ¡TÚ! ¡Tú me besaste!
-Y tú me mentiste. Me dijiste que me odiabas. Pero me quieres. Que contrariedad…
-No te pases. Te odio, y eso no cambiará.
-Pero a la vez, me amas-dijo acercándose a mí.
-No sé que pretendes-dije contrariada.
Me giró hacia él y me besó. A penas duró unos segundos, y me vi sorprendida, con necesidad de más de él.
-¿Ves?-dijo-me quieres.
Le di la espalda de nuevo, roja como un tomate.
-No soy un sueño, Selena-dijo con seriedad-lo que sientes por mí... son como pétalos de luz. Vuelan tras separarse de su flor y se funden con la luz del sol.
-Eso no tiene sentido-le recriminé.
-Esto no tiene sentido-dijo acercándose  a mí de nuevo.
-Si me besas otra vez te llevarás la torta del siglo-le dije enfadada.
-Pues antes no me has pegado…
-¿Sabes que sigo teniendo hambre?
-Ok…
Me preparó un sándwich. No era nada del otro mundo, pero puedo presumir de que estuviera comestible. Le di un muerdo, y de repente me acordé, de que mañana tenía que ir a trabajar e iba a faltar al instituto. Ahora mismo tenía que aprenderme el guión enterito.
-Mañana, es decir, dentro de seis horas, no podré ir al colegio.
-¿A qué hora tienes el trabajo?
-¿Cómo lo sabes?
-Lo sabe todo el mundo.-dijo petulante.
-A las ocho y media.
-El insti empieza a la ocho. No merece la pena ni la media hora ésa. No vayas, yo se lo diré a mis padres.
-Gracias-dije enrojeciendo.
-De nada.
Le miré un instante. Estaba sonriendo, feliz, y mirándome. De repente me acordé de ese reciente beso.
-Ah…-dije cambiando mi cara por una desafiante-si vuelves a besarme… se lo diré a Luis.
-Yo le diré que me respondiste el beso-dijo jugando la misma moneda.
-Eres ruin.-le dije-además, ¡yo no te he respondido!
-Ah, ¿no?-dijo riéndose y recogiendo el plato vacío del sándwich.
-Te odio. No sé por qué me haces esto.
-Yo tampoco. Al fin y al cabo, no estoy enamorado de ti.
-¿Juegas conmigo?
-Algo así.
-Pues para, y va en serio. –dije.
-Entonces… nuestro último beso…-dijo atrayéndome hacia él.
Me quedé inmóvil en sus brazos. Sabía que le quería, ¿Por qué me hacía esto? Sabía que si me besaba le respondería. Pero sus besos sabían a arena. Nada que comparar con los besos ardientes de Luis.
-No te quiero-dije-y besas fatal.
-Podemos arreglarlo…-dijo acariciando mis labios con los suyos.
-¡Chicos!!! ¿Ya habéis cenado?-preguntó la voz de Dalia.
Le pegué un empujón y me senté en la silla. Asustada nos miró.
-¡Me has  caído!-dijo molesto.
-Caerte, te has caído tu solito-le dije-te he tirado, si acaso.
-¿Qué?-exclamó estupefacto.
-Además, te lo advertí. Te advertí que no lo hicieras.
Bostecé, y le sonreí a Dalia. Ella suspiró y me respondió a la sonrisa.
-Dalia, mañana no puedo ir al instituto. Ayer asistí a un castin y me han cogido.
-¡Felicidades!-exclamó ella abrazándome-me alegro mucho por ti.
-Gracias…-dije confusa en sus brazos.
-Me gustaría que mi Miguel se lanzara a cosas como ésas, pero desgraciadamente…-suspiró mirando con pesar a su hijo.- tengo suerte de que ahora seas como mi hija… aunque si fuerais pareja, entonces…
Miguel se levantó bruscamente y salió de la cocina. Dalia me observó patidifusa, y luego me soltó.
-¿He dicho algo malo?
-Para nada, Dalia. Seguro que son cosas del instituto-dije convencida.
Me giré y apoyé las manos en la mesa. Entonces me acordé de que me había despertado en mi cama.  Pero de eso sí que no me acordaba. De haber ido por mi propio pie a ella. ¿Me había llevado… él? Por lo menos había dejado las cosas claras entre él y yo. ¿O no? Me mordí el labio desesperada. ¿Es que no podía vivir tranquila?

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