domingo, 17 de octubre de 2010

19.El nacer de una estrella

Me aclaré la garganta después de cantar. La mánager se me quedó mirando. Más bien, Carmen se me quedó mirando.
-¡ERES MARAVILLOSA! ¿Cómo que no cantabas bien? ¡Podrías dedicarte a la música si quisieras!
-¿A la música?
-¡Sí! Y además, ¡la letra es preciosa! Ahora mismo mandaré una grabación de tu canción al director del anuncio, el encantará, estoy segura.
Suspiré. Había estado súper nerviosa, mientras cantaba. Había tenido suerte de no constiparme. El invierno estaba al caer, y hacía cada vez más frío. Volví a casa. Seguramente por la tarde, recibiría la llamada de Carmen, que me diría muy emocionada que sí, o muy depresiva…que no. La verdad es que no me importaba. Aunque Miguel me quisiera y me protegiera… no podía sacarme de dentro el recuerdo de Luis. Besando a Alicia… Luis. Tantas promesas, tantas palabras de amor… que se ahogan en la imagen de alguien más hermosa y quizá menos cabeza hueca que yo. Porque yo en el fondo… soy una inútil. Empiezo a pensar que nunca me quiso. Ni una explicación. Nada. No le he visto desde ese día. Desde que le vi besándola en el parque. En nuestro lugar. En nuestro árbol. Intenté no llorar cuando salí de mi habitación. Los padres de Miguel se habían ido de cena y Violeta de había quedado en casa de una amiga. Estábamos los dos solos. Pero tampoco me importaba. ¿Qué iba a importarme sufrir… si el mayor sufrimiento lo vivía ya?
-Mi madre nos ha dejado comida-me avisó Miguel.-la calentaré en el microondas.
-Vale-dije ausente, mientras miraba la tele acostada en el sillón.
Oí cerrarse el microondas y el tic tac que marcaba el tiempo. Me quedé helada. El tic tac.
-Selena…-me dijo Miguel mientras me apagaba la televisión y se sentaba a mi lado.-lo superarás. No llores.
-El amor es una mierda-le dije-es una puñetera mierda.
-No hables así-me dijo.
-El corazón es egoísta…quiere a unos y a otros… pétalos de luz… sentimientos que vuelan pero son inexistentes… si los tocas los atraviesas…como la luz.-dejé de llorar y empecé a observar a Miguel. Sentí de nuevo, cálido el corazón.
-Te has vuelto toda una poeta.-me alabó poniendo mi cabeza en su regazo.
-Sí… del amor…-dije-hoy Carmen me ha dicho que sirvo para cantar.
-¿Para cantar? Cántame algo…cántame “pétalos de luz”.
-¿En serio quieres oírme?
-Sí.
Le canté un poco, suavemente. Él me miraba a los ojos. Llegó un momento en el que no pude seguir.
-¿Sabes que quiero en este momento?-me dijo con la voz suave.
Me acarició la barbilla y cerró los ojos mientras me acariciaba la mejilla.
-No sé… ¡pero yo quiero comer!-exclamé nerviosa.
Me levanté con rapidez y saqué la comida del microondas. La miré con ojo crítico. No era posible que estuviera tan negra cuando Miguel la metió.
-Oye, que te has pasado con los minutos-le regañé- hoy vamos a tener que cenar comida quemada. Aunque estoy segura de que se va a reducir a cenizas en cuanto intente meterle mano…
No respondió. Puse la comida encima de la mesa. Miré hacia el plato con pesar. Sabía perfectamente a qué se refería cuando me había preguntado que sí sabía lo que quería. Pero yo no estaba preparada. Empezó a sonarme el móvil. Lo cogí.
-¡SELENA! ¡Te han cogido! ¡Además quieren que salgas en el anuncio vistiendo la ropa!
-Ah, qué bien-dije con poca ilusión.
-Oye, no estarás depre ni nada, ¿eh?-me preguntó Carmen cambiando el chip-¡que hoy es día para celebrar el nacimiento de una estrella!
-¿Una estrella?-dije sorprendida.
-Venga, mañana nos vemos a las nueve en…
Seguí escuchándola absorta. El nacer de una estrella. Poco a poco comenzaba a alejarme de mi otro mundo. Y cada día me sentía más cerca de mi madre. Más cerca. Cada vez más.
-¿Selena? ¿Me estás escuchando?-replicó.
-Sí, Carmen-dije-mañana nos vemos, tengo que dejarte.
Colgué sin esperar su respuesta. Ahora tenía miedo. Miedo de lo que se me venía encima. Miedo a ser como mi madre. Estuve callada unos minutos. Luego me di cuenta… de que ésa no era la adtitud…sin embargo…
-¡Sí!-grité nerviosa-Miguel me han cogido….
Miguel se rió y me abrazó levantándome del suelo. Fingí felicidad, fingí alegría…y escondí mi miedo.

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