jueves, 30 de diciembre de 2010

13. Condenada

Arya

Oí las palabras duras del juez. Había estado llorando durante todo el juicio. A mi lado estaba Sol, que me animaba acariciándome el hombro. Ella también estaba llorando sin embargo.  El querubín estaba leyendo todos mis pecados, y yo me sentía la persona más desgraciada y miserable del mundo. Sol empezó a gemir a mi lado. Había dejado a su protegido solo para respaldarme en el juicio, pero casi sentía que era yo la que la consolaba a ella. 
-… y por último, mantener una relación sentimental, con el futuro señor-terminó de leer el juez.
Me limpié las lágrimas y sostuve la mirada desafiante que el querubín me había lanzado. EL juez, inquieto, volvió la vista hacia el papel.
Vi como llamaba al estrado a Sol, que dio testimonio de no haber visto nada. Entonces alcé la vista para ver, como Gabriel subía también al estrado. No levantó la vista mientras hablaba. Empezó a hablar, sin remitir detalle. Entonces le miré con lágrimas nuevas retenidas en mis ojos. Éste me miró con tristeza, furia y dolor, como pidiéndome perdón con la mirada. Entonces volví a enterrar la cara entre mis brazos. Seguí escuchando el testimonio de Gabriel, hasta que llegó a la parte de mi enfado por lo de Eva. Entonces empezó a remitir la realidad. Le observé, como cerraba los ojos mientras mentía. Por mí. Vi como se iba y se sentaba en el mismo banco que yo, y se tapaba la cara con las dos manos, mientras ocultaba las lágrimas que lo mandarían a mi lugar de destino.
Satya

-¿Tú eres Arya?-musitó Jack aún con el shock.
Asentí haciendo brillar lágrimas falsas en mis ojos.
-También engañó a este pobre chico-susurré señalando a mi estúpida marioneta, que estaba en el suelo, exhausta y perdida.
-Vaya… yo…-dijo él cayendo de bruces al suelo y sujetándose la cabeza-no puede ser, yo… yo… ¡yo creía en ella! ¡Y me ha hecho esto!
-No se preocupe, mi señor-le dije agachándome y poniendo mi rostro muy cerca de él.-nos engañó a todos.
Me miró. Detrás de esos cabellos y mejillas pálidas, estaba su verdadera Aritmi… yo. Rocé con mis dedos su mejilla, y vi como entrecerraba los ojos bajo la magia de mi poder. Acerqué lentamente mis labios hacia los suyos. Pronto Jack sería mío, solo mío… mío…
-Ejem…
De repente sentí la presencia de un ángel tras mí, e improvisando con rapidez, hice como si le quitaba algo del pelo a Jack.
-Vaya, tenías una pelusa-dije con mi sonrisa particular.
El ángel carraspeó, y me miró con recelo, como si no se fiara de mí.
-Se requiere la presencia del hijo de Dios, conocido como Jack, y de la hermana de la acusada.
Suspiré. En cierto modo me sentí aliviada. S hubiera dicho mi nombre, todo se habría ido al garete. Lo había hecho fatal. Las cosas no deberían haber ido así. El ángel tendió su mano hacia nosotros. Yo la puse encima de él, y luego vi como Jack ponía la suya encima de la mía. Nos disolvimos en una nube blanca y abandonamos la Tierra.
Aparecimos en la sala del Juicio Final. En los juzgados con los que siempre tuve pesadillas. Con  pereza extendí las alas en mi espalda. Empecé a jugar con mis cabellos ondulados y rubios. Anhelaba mi belleza. Aún así, empezaba a arrepentirme de todo lo que había hecho. Empecé a sentir agonía. Pero era demasiado tarde para sentirme culpable.
-Se juzga a Arya por los pecados que antes mencioné, pero también debemos juzgar al ángel Satya.
Jack, que estaba a mi lado, me miró confundido. Yo bajé la cabeza. Mi venganza había llegado a su fin.

Jack

-Se la juzga por controlar el cuerpo de su protegido y el de un humano, para acusar a su hermana y conseguir el puesto de Aritmi de ella, y por mentir y engañar al hijo de Dios.  Señor, ¿algo para añadir?
Jack miró a Arya. ¿El cuerpo de un humano? Entonces… ella no… se le rompió el corazón. Estaba llorando. Ni si quiera había alzado la mirada. La culpa era de los dos. Luego observó a Satya. Su hermana. Gemela. Eran completamente idénticas; la única diferencia era la longitud de su pelo. Ella estaba con la cabeza gacha, pero ni lloraba, ni tenía ninguna mueca en su rostro. Dio un paso hacia Arya, pero dos ángeles le detuvieron.
-Perdonad, mi señor-dijeron a la vez.
-Exijo hablar con mi Padre-exclamó Jack con furia.
-Mi sentencia es la cadena perpetua… en los calabozos del infierno… para las dos.
 Grité furioso. Me rebelé. Entonces se armó un gran alboroto. Vi, sin poder evitarlo, como los ángeles se llevaban a las hermanas, que no opusieron resistencia. Estaba condenada. Condenadas. No. No. Ambos debían estar condenados. ¿Por qué su padre no hacía nada? ¡Diablos! Los ángeles empezaban a hacerme daño, mientras intentaba liberarme de ellos.  No me sentía un Dios. Ni su sucesor. Me sentía un inútil y un estúpido. Me sentía humano. Estaba enamorado.

domingo, 26 de diciembre de 2010

12. Traición

-¿Qué piensas Gabriel?
La paloma alzó la cabeza indignada. Abrió lentamente los ojos y nos clavó la mirada amenazante que tanto le gustaba poner.
-Creo que esto está mal. Si el superior lo viera…
-Pero tú no…
-Arya-me cortó él molesto y a la vez preocupado.-quizá el superior no lo vea, pero Dios tiene ojos en la nuca, y todo lo ve. Deberíais esperar temblando el Juicio Final.
Me levanté de encima del regazo de Jack y observé mi pelo en un espejo. Luego observé las plumas blancas de la paloma.
-Creo que deberíamos salir un poco.
Caminamos de la mano por el parque. Tenía algo de miedo de encontrarme con Daniel, no sabría cómo explicarle. Y… Eva. Se suponía que yo era su prima. Aunque ella a mí no me conocía. Sonreí. A pesar de que me esperaba el sufrimiento eterno, solo era capaz de ser feliz y sonreír.  Nos sentamos en un banco del parque, y empezamos a observar como la gente caminaba por la calle.
-¿Quieres que vaya a por una bebida?-preguntó Jack  levantándose.
-Bueno-dije.
Observé cómo se alejaba. Empecé a observar los pájaros y a oír las pisadas y el murmullo del viento.  Entonces vi a una persona familiar. Abrí la boca de par en par sorprendida. Daniel.
-¿Cómo estás, mi amor?-me preguntó.
No me dio tiempo ni a moverme. Quería haber replicado. Haberle explicado. Pero no me dio tiempo. Se apoyó en el banco y me besó. Me quedé inmóvil. Petrificada. Y todo lo que más odié pasó.
-Arya…
Observé las bebidas en el suelo y a Jack a menos de un metro. Él se dio lentamente la vuelta con dolor. Y todo sucedió muy rápido. El cielo se vio atravesado por un tenebroso rayo, y se oscureció. Jack se giró hacia mí y luego miró hacia el cielo asustado.
Cuando volví a mirar a Jack, vi a alguien delante. Con un vestido blanco, y el pelo recogido en una larga trenza oscura, Eva me miró, y levemente sonrió. Me fijé en el inusual brillo de su mirada, y encajé todas las piezas del un golpe. Pero antes de que pudiera reaccionar, todo se envolvió en una luz blanca.  Sentí malestar, y luego nada. Como si hubiera vuelto a ser un ángel. Entonces, cuando me atreví a abrir los ojos. Vi que mis manos estaban más blancas de lo normal. Volví a sentir  dos articulaciones que salían de mi espalda. Me vi feliz y a la vez triste. ¿Por qué había vuelto a recuperar mi cuerpo de ángel?  ¿Y por qué ella me había mirado así? ¿Y qué hacía Satya en el cuerpo de Eva? Me froté las sienes con los dedos índice y corazón. Me sentía fatal aunque estuviera en el paraíso. Un momento, ¿en el paraíso? Alcé los ojos, y con horror comprobé, que no estaba en él. Era una sala blanca, con muchas sillas. A mi lado estaba el superior Rafael, que me miraba con indignación. Entonces lo entendí. Sentado en las tribunas, estaba el Querubín Marian. Estaba en los tribunales del Juicio Final.


-¡ARYA!!!-grité, pero no obtuve respuesta.
Una potente luz la había envuelto. De repente vi que Gabriel tampoco estaba. Maldición. Entonces la miré. Sí. ¿Qué hacía Eva allí? Miraba con compasión al chico, que estaba confundido.
-No te preocupes, Daniel. Te engañó. Ella no te quería. Te utilizó.-le decía remarcando las palabras.-ella era mala.
-¡Eva!-le grité ya desesperado-¿qué haces aquí?
-Jack, yo no soy Eva-exclamó Satya acercándose a él.
Jack la observó con desconfianza un instante.  Recorrió las formas de su cuerpo, y luego paró en sus ojos. Tenían un brillo diferente. Entonces me di cuenta de que de su cuello colgaba un colgante parecido a los que llevan los ángeles gemelos. ¿Podría ser…? No. Arya no llevaba ninguno. Que él supiera.
-Jack, mi nombre es Arya. Soy la verdadera. Ella era mi hermana, Satya. Usurpó mi lugar para ser tu Aritmi, y además, ensució mi nombre.
-¿Arya?-exclamé sorprendido.
No podía ser… ¿me habían estado engañando todo el tiempo?

martes, 21 de diciembre de 2010

Por ti Lune

He decidido seguir con la historia por Lune. Ella es una de las únicas que comenta, y porque la quiero muchísimo y no quiero decepcionarla... continuaré con la historia. Pero no cambiaré el header, después de haberlo creado y puesto... pero en fin, espero que me perdones Lune.

Baby

lunes, 20 de diciembre de 2010

11. La decisión

Jack estaba en la litera de abajo y yo en la de arriba. Iba por el tema 3. Muy atrasados. Pero eso no era lo importante ahora.  Después de haberme dado ese inesperado beso, él había seguido… y yo también. Avergonzada, yacía en mi cama boca arriba, tragándome los gemidos y las lágrimas.
-Arya…yo…-murmuró.
-¡Cállate!-le grité.
No volvió a hablar. Me había besado. Yo había seguido con el beso. Esto no podía suceder. Era la peor Aritmi de la historia.
-Arya…
No tuve tiempo de decirle que se callara. Se subió a la litera y me tapó la boca con su mano. Enrojecí de furia, pero le miré con resignación.
-Te quiero. Y tú también. Ambos podemos sentirlo…
-Pero no puede ser, Jack, no puede ser-insistí quitándole la mano de la boca.
-Pero es que te quiero.
Me quedé callada y le observé. Sentí que nunca había visto a nadie tan seguro en mi vida. Bajé la cabeza con tristeza.
-Podría acabar en infierno-musité.
-Yo iría contigo-me juró entrelazando mi mano con la suya.
-Eres Dios-le dije- el paraíso es tu lugar. No el infierno.
-Te quiero-murmuró sin hacerme caso.
Entonces de nuevo se acercó a mí. Lo sentí muy cerca de mí y sentí la necesidad de cerrar los ojos, para no ver el sufrimiento que el futuro me deparaba. Para no ver con angustia como sus labios buscaban dentro de mí. Sentí como nos hacíamos uno mientras me besaba. No podía evitarlo. Era un sentimiento que me mataba. Había dejado de ser un ángel. Nunca me había sentido tan humana.
-Yo también te quiero-dije en un respiro.-y me duele tanto…
Empecé a llorar. Casi podía sentir la presencia de Gabriel, mirando con tristeza la escena, como si supiera que la consecuencia de esto solo era el infierno, y que me esperaba con los brazos abiertos. Y volví a besarle. Una y otra vez.
-Jack…-dije en un susurro.
-¿Qué quieres, mi amor?
-Renunciaré a mi puesto de Aritmi.
-Entonces yo lo haré del de Dios.
Sorprendida, abrí mucho los ojos. Pero no los mantuve abiertos mucho tiempo. Los cerré mientras Jack me besaba entre las sábanas, liberando todo ese amor que lo llenaba por dentro.

sábado, 18 de diciembre de 2010

10. Venganza

Sonreí. No había tenido que mover un dedo para ver a mi hermana incumpliendo las reglas. Había conseguido que esa maldita chatarra que me colgaba del cuello funcionara de una maldita vez. Y había visto a mi hermana con forma humana, besando al hijo de Dios. Quizá no necesitase utilizar a esta estúpida humana para conseguir ser la Aritmi de Jack y echar a mi hermana del Paraíso.
Caminé tranquilamente por el parque cuando vi a un chico. Éste se paró delante de mí y me saludó con timidez.  Registré los recuerdos de Eva para averiguar quién era. “Amigo de la Infancia.”.
-Hola, Daniel-le saludé.
-Dejaste a Roberto ya, ¿no? Me alegro.
-Sí-dije respondiendo con torpeza-no era para mí.
-Eso significa que podemos volver a ser amigos, ¿no?
-Claro-respondí.
Seguí registrando. Daniel se enfadó con Eva porque no quería dejar a su novio violento. Gracias a Jack lo dejó. Le observé, por si tuviera algo de anormal. Entonces me fijé. Tenía un vínculo de amor con… con… mi hermana. Sonreí. En los juzgados del reino de los Cielos mi hermana caería en picado…para siempre.
-¿Sabes?-dije con una sonrisa maléfica-yo en realidad te quiero.
-¿Qué?-exclamó él.
-Lo que pasa es…-tenía que ser creativa-que no soporto que haya una idiota persiguiéndote… y menos que tú la persigas ahora.
Él aún seguía inmóvil mirándome, con los ojos muy abiertos. Puse mis brazos alrededor de su cuello. Él me miró con intención de apartarme, pero no le dejé. Me puse de puntillas y le robé un beso. Él dejó de poner resistencia, y dejó caer los brazos.
-Bien, Daniel… ahora harás lo que yo diga.
-Sí.
Sonreí y solté una risa malvada.
-Cuando veas a Arya, la besarás. Y si está con Jack… mejor.
Asintió. Me di la vuelta y caminé en dirección opuesta. Si Arya engañaba a Jack con ese chico, seguramente se enfadaría tanto… que no le molestaría que yo enviara a su Aritmi al infierno… y yo me quedara con ese puesto.

9. Las reglas vs el amor...

¿Por qué sentía un agujero en el corazón? Desde que Arya me había dicho que tenía una cita con un chico, es como si se me hubiese parado, como un reloj de cuerda que deja de funcionar. Miré un instante hacia la ventana. Estar en la Tierra solo le producía malestar. Arya era… una desconocida para él. A penas menos de una semana que la conocía y sin embargo… es como si hubieran sido años, y el lazo entre los dos se hubiera hecho de hierro. Entonces llamaron a la puerta. Me giré con una sonrisa. ¿Era Arya? ¿Se había arrepentido de todo y había vuelto? Mi Aritmi… era la persona que más apreciaba yo. Mi mentora. Mi amiga.
Abrí la puerta confiado, al fin y al cabo, los humanos no podían localizar mi piso. Fue en ese preciso instante, en el que quedé alucinado.  Una mujer se presentó delante de mí. Reconocí al instante el brillo celestial de sus ojos. ¿Adiana?
-Hola, hermano-saludó ella con una sonrisa-he venido a verte.
-Eh… hola-dije observándola.
No la había visto en siglos. Tenía la apariencia de una mujer alta y delgada, se veinte años, con el pelo castaño miel cayéndole liso por encima de los hombros, piel blanca y vestida con unos simples vaqueros y una camisa. Pero lo que más me sorprendió, fue ver a una niña a su lado que la cogía de la camisa. Me clavó la mirada un instante, y luego, inclinó fervientemente la cabeza sin pronunciar palabra.
-Hola, arcángel Susan-saludé.
Ella sonrió, y casi me pareció ver malicia en sus ojos. Bueno, yo era prácticamente el sucesor de mi padre, no era de extrañar que me hubieran obligado a aprender la identidad completa de la Aritmi de mi hermana.
-¿Por qué has venido, Susan? ¿Quieres ser la sucesora de Papá? Sabes que te cederé con gusto…
-Debo decirte Jack, que esas no son mis intenciones, y… lo sabes.
Asentí malhumorado. En vez de pelearnos por el puesto de Dios, nos peleábamos porque el otro se lo quedara. Yo quería vivir sin complicaciones y ella, quería ser humana. Sí, como lo oís. Adiana era mi hermana mayor, primogénita, verdadera heredera del puesto. Suspiré. No podía evitar relacionarlo con la antigua época feudal. Solo que al revés.
-¿Y tu Aritmi?-preguntó Susan con frialdad.
-Ha salido-dije quitándole importancia.
-La he visto-contraatacó el arcángel.
-Ah-dije sonrojándome.
-Estaba con un humano.-el tono frío de su voz se hizo más evidente.
-Jack-suspiró mi hermana.- ¿Tu Aritmi sabe sus limitaciones y sus reglas?
-Bueno…-tanteé haciéndome el tonto.
-Regla número 1… Tu Aritmi nunca se separará de ti. Regla número 2… Tu Aritmi siempre te ayudará y enseñará. Regla número 3… Tu Aritmi nunca se enamorará de Dios… ni de un humano.
Me quedé callado. Susan había leído las reglas de un trozo de pergamino viejo y enrollado.
-No ha incumplido ninguna-mentí.
-Ya-dijo Adiana acercándose a la puerta-nada de esto saldrá de aquí, ¿vale?
-Sí-asentí.
Su Aritmi salió del piso sin demasiado interés; ya debía de saber las respuestas y pensamientos que mi hermana deseaba decirme.
-Ah, y dile a tu Aritmi que tenga cuidado. Deberías recordar que no puedes mentirme.-sonrió y desapareció.
Me mordí el labio enfadado y cerré la puerta tras ella. Entonces volvieron a llamar a la puerta. Si era otra vez ella, la echaría a patadas de allí. Desde que estaba en la tierra no hacía más que cometer estúpidos errores, una y otra vez. La abrí con furia. Y allí estaba. Arya. Y estaba llorando.
-Yo…yo…-dijo ella-¡lo siento!
Se abalanzó a mis brazos. Yo la sostuve con la mente en blanco, mientras sentía como me mojaba la camiseta con sus lágrimas. Le levanté la cabeza y ella gimió, como si sintiera que iba a apartarla. Pero yo, comportándome como un auténtico idiota, como el más imbécil de los imbéciles, y olvidando todas las reglas impuestas, la miré a los ojos y la besé.

jueves, 9 de diciembre de 2010

Se acabó

Por lo que veo, mi blog no ha perdido seguis, pero si comentarios. Me encanta que haya personas que siempre estén apoyándome  pero esto me desconcierta! Así, que a partir de ahora, termino con esto, pero ojo, no con el blog, sino con esta lentitud abrumadora que llevo. A partir de ahora, este será el blog que más enganche de todos, porque haré más guay la historia. Por cierto, ya tengo pensada la próxima_!!!XD, seré idiota... Un besazo...!!!

Baby

miércoles, 8 de diciembre de 2010

8. Ahora eres mía

El superior indicó hacia el gran portal en frente de las escaleras. Yo le miré con desprecio.
-Satya, te toca una humana que vive en España, un país situado en Europa. Cuando cruces el portal, y desciendas por las escaleras, aparecerás al instante en ella. Buena suerte.-me dijo como un robot.
A sol también le había dicho lo mismo. Con una gran sonrisa, inocente e infantil, se había despedido de mí con un beso en la mejilla, y había desaparecido tras el portal. En el fondo no la odiaba. Tenía compasión de ella. Era evidente que vivía en su mundo de colores, un mundo en lo que nada puede perjudicarla. No es consciente de las injusticias de la vida. No tiene  los sentimientos que a mí me azoran cruelmente cada día. Con solo sonreír, resuelve sus problemas. Quizá también la envidiaba. No lo sé.
Volando, y mirando con asqueo al resto de los ángeles, que ilusionados, esperaban que el superior los nombrase, crucé el portal.  Pobres y estúpidos… ingenuos. Preferí bajar las escaleras a pie, aunque nunca había andado en realidad, me resultaba algo muy humano, y sobre todo, muy tonto. Entonces una luz me atravesó. Gemí del susto. Cerré los ojos con fuerza, a pesar de que no sentía dolor. Sólo sentía un vulgar sentimiento humano; miedo. Entonces me removí incómoda.  Me encontraba algo cansada y falta de aire, como si no tuviese espacio suficiente. Entonces lo entendí. Abrí los ojos y vi un escritorio, una mesa, un lápiz… y me horroricé. Estaba en un cuerpo humano, compartido con un alma…humana. Observé desde otro ángulo, una foto. Tenía el marco de madera, y en él había una chica bajita, de ojos grandes y pelo rubio brillante. Lo comparé rápidamente con el mío, pero rechacé la idea. Ya no tenía pelo. Su pelo era el mío. Mis pensamientos también.
“Vaya, aún me siento mal por lo de Jack. Me pregunto si debería llamarle. Pero si no tiene móvil, que tonta”
Observé como la chica mantenía una conversación consigo misma, riñéndose y contradiciéndose. Conocía perfectamente de quién hablaba. Sol me había revelado el día antes, que el hijo de Dios usaba un nombre humano en la Tierra. Cabía la posibilidad de que fuera él.
“¿Sería su novia? Eso encajaría, pero… ¿y si era su prima? Bah, creo que debería… no. No lo hagas. ¿O sí? Debería olvidarme de él…”
“No lo hagas”-le dije de repente.
La muchacha se levantó asustada. Entonces recordé las palabras de mi superior. “No hables con humanos, no te comuniques con ellos, limítate a protegerlos y velar por su alma. Ellos saben que existes, pero no debes darles motivos para creer que es así.” Inquieta con sus palabras, me callé.
“¿Me lo habré imaginado?-sonrió- será mi consciencia. Vamos Eva, hay que acabar este problema…”
Entonces me envalentoné. No era justo que tuviera que estar prisionera de una humana, y que encima tuviera que protegerla. Así que, sonreí malévola, dispuesta de desobedecer por completo todas las reglas escritas, y rebelarme ante mi especie con toda mi alma.
“Hola, Eva”
“¿Quién eres?”-preguntó asustada.
“No te alarmes. Soy tu ángel, he venido para protegerte. El anterior parece que no lo hizo demasiado bien.”
“¿El anterior?”
“Sí, antes tuviste un ángel, pero le quitaron su puesto. Al parecer, sufriste mucho. No te preocupes, estoy aquí para protegerte de todo.”
“Vaya, me estoy volviendo loca…”
Eva se levantó, se fue al baño y empezó a beber de un vaso, un poco de agua. Estaba nerviosa. ¿Qué pasaba? Sulfurada, miró su reflejo en el espejo. A su lado, había una chica rubia vestida de blanco, con el pelo rubio y largo. Ésta tenía una mirada perdida y llena de un sentimiento de ardor.
“Yo te protegeré, Eva. Nadie volverá a tocarte. Juntas seremos invencibles… y Jack caerá a tus pies…”
Empezó a ver borroso, y tuvo que apoyarse en el lavabo para no caerse. Aquél fantasma que decía ser un ángel la abrazó, y dijo suavemente:
“¿Te unirás a mí, Eva?”, preguntó.
“Sí”, musitó.
“Bien”
Abrí los ojos completamente y reí con satisfacción. Ahora que esa débil alma humana había sido prácticamente anulada, tenía el control completo de ese cuerpo. Podía sentir el flujo de sus pensamientos, muy por debajo de mí, casi desapareciendo. La vi en un rincón sentada y sonriendo, completamente en trance. Salí de su casa, ignorando a su madre, que la llamó para que no saliera. Pero yo no era su hija, y no tenía ningún poder sobre mí.
“Ahora eres mía. Mía.”
Tenía que buscar a Jack. Mejor conocido como el hijo de Dios. Reí. Sí.

martes, 7 de diciembre de 2010

7. Un leve sentimiento

En la litera, echa un ovilla sobre las sábanas, observé como Jack abría la puerta y se paraba a mirarme. Hacía ya un buen rato que había parado de llorar, pero mi cara seguía mostrando dolor y una perseverancia fría.
-Lo siento-dijo él.
-No lo hagas. Tienes todo el derecho del mundo a mentirme-dije apretando fuerte las sábanas entre mis puños.
-Sabes que eso no es verdad.-dijo él cerrando la puerta y subiéndose a la litera.
Se sentó a mi lado y dejé que cogiera mi mano, y entrelazara mis dedos con los suyos. Pero no despegué mi vista de las sábanas.
-¿Te gusta Eva?-le pregunté.
-¿Gustar?-preguntó confundido.
-Sí, que si estás enamorado de ella. Es por eso por lo que no querías que fuera, ¿verdad?
Mantuvo un rato de silencio, el cual interpreté como un sí profundo y doloroso.
-No sé si me gusta. Nunca me he enamorado de nadie. Es un sentimiento muy humano-dijo él.
-Pero querías estar con ella, ¿cierto?-pregunté inexpresivamente.
-Sí-dijo él.
Una oleada de frialdad me recorrió, y sentí que la furia y la envidia hacía de mí otra persona.
-Tu futuro no es ése y lo sabes-le reproché- tu futuro es ser Dios.
-Lo sé.-dijo él.
Me abrazó. Me sentía pequeña e insignificante en sus brazos. Le quería. Había tardado en darme cuenta pero era así. No estaba enamorada de él, porque no podía estar enamorada, pero le quería. Los abrazos que compartíamos eran solo muestras de cariño entre los dos, no significaban nada al fin y al cabo.
-¿Me perdonas?-me preguntó.
-No-le dije tozuda mientras sentía que se me humedecían los ojos.
-Hay que ver, el ángel cabezota que me ha tocado-se quejó.
Sonreí y apoyé la cabeza sobre sus piernas.
-¿Qué soy para ti?-le pregunté.
-Eres mi Aritmi-dijo él- y mi amiga.
Sonreí, pero no pude evitar un deje de tristeza. Giré la cabeza y me levanté apesadumbrada.
-¿Qué te pasa?-preguntó él haciéndome girar la cara.
-Hoy he conocido a un chico-dije sin mirarle directamente a los ojos-he quedado con él esta tarde. Ahora puedes salir con Eva sin que yo te moleste.
Me bajé de la litera sin decir nada más, y me dirigí a la cocina para ponerme a cocinar. Jack no dijo nada, ni durante la cocina, ni en toda la tarde. Cuando dieron las seis, salí de casa. Me dio un ataque de remordimientos en plena calle por dejar a Jack solo, pero cuando pensé en Eva, se me pasó rápido. Crucé la calle, con la mente perdida. Por algún motivo no podía dejar de pensar en Jack. Poblaba y nublaba mis pensamientos.
-Hola-la voz de Daniel me sobresaltó.
-Vaya, hola, perdona-dije con simpatía-estaba en las nubes…
Mi propia expresión me hizo anhelar mi amado cielo y sorprendí de mí misma. Llevaba unos vaqueros, unas deportivas y un abrigo azul. Sonreía pero parecía que algo le atormentaba, y una sensación extraña me dijo que era por mi culpa.
-¿Quieres que  vayamos al cine?-me preguntó.
Me quedé a cuadros.
-¿Al cine?-pregunté titubeando. ¿Qué era eso?
-No te preocupes yo te invito-dijo él sonriendo.
Yo hice un amago de sonreír. Fui a su lado, y me llevó a un lugar con muchos carteles. Con curiosidad empecé  a observarlo todo, inquieta. El mundo de los humanos me parecía fascinante.
-¿Quieres palomitas y un refresco?-me preguntó mientras entregaba la entrada al supervisor.
Asentí, aunque ni si quiera sabía lo que eran. Al principio me asusté, pero intenté parecer tranquila, como si fuera al cine todos los días. Entre en una sala  compete a oscuras, donde no se podía ver casi nada. La oscuridad me intimidaba, y cuando entramos, cogí sin pensar, la mano de Daniel. Este dio un respingo, pero no dijo nada. Entonces me di cuenta de que entre humanos era un rasgo de demasiada confianza. Se la solté apesadumbrada. Subimos una escalera, y me guié por las luces de los escalones. Daniel me indicó una fila, y allí nos sentamos. La película estaba entretenida, y casi ni me di cuenta de que había acabado sosteniendo la mano de Daniel con fuerza. Era tan normal para mí… tan inevitable…
-¿No quieras palomitas?-me ofreció con tono nervioso.
Cogí y las olí con desconfianza. Me metí una en la boca, y la saboreé. Sonreí. Estaba deliciosa. Bebí un poco de mi refresco. AL principio me había dado algo de miedo por su color anaranjado y esas pompitas que tenía, pero al tomarlo me había invadido como una especie de sensación eufórica y refrescante. Estuve todo el rato irradiando alegría, sin embargo sentía como una parte de mí tiraba hacia abajo, hundiéndome, y no dejaba de aparecer en mi mente el rostro de Jack. Acabé admitiendo que estaba preocupada. Era un leve sentimiento que me aturdía. Pero era su Aritmi. ¿Qué diablos estaba haciendo despreocupándome así? ¿Dejándolo solo? Entonces todo pasó muy rápido. Me levanté del asiento, en plena sala a oscuras, y casi al final de la película.
-Tengo que irme, lo siento…-dije sin apenas mirarle.
Entonces, sentí su mano cogiendo mi brazo, y como perdía por completo el equilibrio. Me di la vuelta hacia él en plena caída, y se le cayeron las palomitas y el refresco. Éste se cayó en mi camisa, haciendo una gran mancha.
-Lo siento, lo sient…-salté yo.
Pero no me dio tiempo. Sus brazos me rodearon y me besó. Un pequeño roce. Un momento frenético en un segundo. Mi corazón latiendo con fuerza. El tiempo parado; solo su rostro y el mío. Mi corazón latiendo intranquilo. Una declaración de amor escrita con tinta invisible en sus labios. Y un leve sentimiento de dolor en mi pecho.