domingo, 24 de octubre de 2010

24. Te amo

Estaba metida en mi cama, llorando. Miles y miles de preguntas se formulaban en mi mente, pero no me molestaba en responderlas. ¿Para qué? ¿Para sentirme más sola y desdichada? Enfurecida empecé a berrear y a apreté los dedos en las sábanas. Estaba segura de que acabaría rompiéndolas. Me limpié las lágrimas y cogí aire. Si seguía enrabietándome así acabaría teniendo otro ataque de ansiedad. Demonios, ¿por qué? ¿Por qué tenía una salud tan débil?
-Selena-Dalia entró.
La miré. Esperaba que no notase mi notable cara roja e hinchada pero estaba claro que lo había notado, y también había escuchado mis gritos.
-Sé lo de Miguel-me dijo antes de que tuviera tiempo de inventarme una excusa para mis lágrimas.
-¿El qué?-dije.
-Que estabais juntos. ¿Crees que una madre no ve cuando una chica se mete en la habitación de su hijo?
Enrojecí.
-Cuando te he oído en tu cuarto, he ido a ver a Miguel, y me lo confesado todo. EL pobre está hecho polvo.
Sorbí las lágrimas y sentí una punzada en el corazón.
-Aunque hay algo que no me cuadra…-dijo Dalia intuitiva- Si no le quieres más… ¿por qué lloras?
-Porque sí le quiero…-berreé abrazándola.
Ella me consoló algo confusa. Y yo se lo conté todo, todito, todo. Ella me acarició la cabeza.
-Cariño, creo que Miguel, te comprendería. Deberías decirle la verdad.
-Pero…
-Nada de peros. Límpiate la cara y baja. Ya está la cena. Y… anímate, ¿vale? Hazlo por Miguel.

Lo hice y bajé a cenar. Casi me muero cuando vi a Miguel. Tenía la cabeza cabizbaja.
-Cariño, no has comido nada-le dijo Dalia preocupada.- ¿estás bien?
-Claro, mamá, es que tengo el estómago revuelto.
Iba a levantarse, cuando empezó a sonar el teléfono. Fue a cogerlo y se lo puso en la oreja. Vi como hablaba con alguien y él abría los ojos como platos.
-Papá, es el señor Ortiz-dijo.
“¿Papá?”, pensé mientras mi corazón se aceleraba.
-Oh, que bien-dijo Jairo poniéndose el teléfono en la oreja.
Oímos a penas los monosílabos de Jairo, sus sonrisas, sus suspiros… Estábamos deseando saber que tenía para decirnos. Miguel permaneció apoyado en la silla mirando al suelo.
-Tu padre tiene buenas noticias-dijo sonriendo Jairo-¡vuelve mañana de Nueva York!
Se me congeló el rostro. ¿Vuelve? ¿Por qué? Ni si quiera había pasado medio año. Habría estado en Nueva York, seis… Seis. Seis meses. Medio año. Cogí temblando el teléfono. De repente había empezado a desear que no acabara así. Que no me tuviera que despedir de Miguel, así, como estábamos. Separados.
-¡Cariño!-la voz feliz de mi padre me sentó como una puñalada.
-Ya vuelves…-dije.-que feliz estoy.
-Sí, por supuesto cariño. Pero sólo por unos días.
Una chispa de esperanza se despertó en mi corazón, y casi me avergoncé de ello. ¿Cómo podía ponerme feliz no ver a mi padre? Lo que pasaba era que quería arreglar las cosas con Miguel…quería estar con él…
-Cariño, he conocido a una mujer.
Me quedé congelada de nuevo. No podía pensar, no podía ver, ni escuchar, ni sentir. Otra mujer. ¿Y mamá? ¿Y mamá???
-Otra mujer…-repetí conteniendo mi histeria.
Me levanté de la silla y me fui al pasillo para poder desatar mi furia sin que me vieran.
-Así que iré a recogerte, y viviremos en Nueva York, los tres juntos.
-¿Los tres juntos? ¿De qué vas, papá? ¿Tan rápido te has olvidado de mamá?
-Cariño, sabes que no es así…
-¡No has tenido en cuenta para nada mis sentimientos!-le grité-¿otra mujer? ¡y me lo dices así, como si nada! ¡Cómo si no acabara de perder a mi madre hace menos de un año! Te odio papá…
Empecé a llorar con furia, rabia y dolor. No quería escucharle. Colgué el teléfono y me quedé sentada en el pasillo, intentando sosegar mis lágrimas. Dalia y Miguel salieron al pasillo preocupados.
-Selena, cariño-dijo Dalia-tu padre estará bien con ella, seguro que cuando la conozcas…
-¡No!-grité enterrando la cara entre las piernas.
-Selena-musitó Miguel-vamos.
Me levantó, y me dejé coger como una niña pequeña.
-La llevo a su cuarto-dijo Miguel dirigiéndose a su madre-ha tenido un día cansado. Seguramente necesita dormir.
Disfruté cada momento que pasaba en sus brazos. Podía oír el latido de su corazón rápidamente. Iba a dejarme en la cama cuando me aferré desesperadamente a su camiseta.
-Selena…-musitó-¿de verdad ya no me quieres?
-No…-respondí apuñalando de nuevo mi propio corazón.
Me dejó en la cama. Cuando iba a irse, me arrepentí. Me arrepentí de todo.
-Miguel…
Él se quedó parado, sosteniendo el manillar de la puerta.
-¿Cómo no voy a quererte?-musité.-no te quiero…te amo.
Miguel soltó el manillar y corrió hacia mí. Me abrazó. Sí. Eso que yo tanto necesitaba. Necesitaba que me abrazara.
-No quiero irme-lloré-te quiero. No quiero que nos separen.
-Yo tampoco-respondió abrazándome más fuerte.
-Te amo…-volví a decir separando mis cabeza de su pecho.
-Yo también-me respondió besándome.
Era extraño. Nunca le había dicho eso a nadie. Me parecían palabras demasiado grandes. Pero por un momento sentí que estaban hechas a nuestra medida. Como si estuvieran creadas sólo para que nosotros las dijéramos.



2 comentarios:

  1. KE BONITO!!!! me encanta ke esten juntos de nuvo!!

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  2. aaaaahhhhh.....
    a kn le late el corazon aceleradamente es a mi :) k bonito...

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