-Querida Sammy-dijo chinchándome Alicia.
-Deja de llamarme así-dije riéndome.
Estábamos en clase, recogiendo las cosas para irnos. Metí el estuche en mi mochila mientras escuchaba a Alicia parlotear.
-Tía lo tienes todo-me dijo entrecerrando los ojos-un novio de ensueño, un papá en el extranjero (nada de control… ¡aysh!)¡Trabajas en una serie para Antena 3 que promete ser un exitazo!!! encima, vives en la casa de tu amor.
-Mi único amor es Luis-la corregí indignada.
-Pero reconoce que Miguel… era tu príncipe azul hace menos de una semana.
-Lo reconozco-dije con la barbilla bien alta.
-¿Qué reconoces?-me preguntó la voz de Luis a mis espaldas.
Me sobresalté y me giré hacia él. Con la mochila echada al hombro me miraba de una manera atrevida. Si se enteraba de lo que acababa de decir se me iba a caer el pelo.
-Que hoy estás guapísimo-improvisé con una sonrisa.
-¿En serio?-preguntó acercándose a mí.
-¡Luis!-exclamé incrédula.
Capaz era de plantarme un beso delante de Alicia y de los pocos alumnos que quedaban recogiendo sus cosas. Lo aparté con las manos y salí de la clase. Alicia me siguió.
-Bueno, yo me voy-me dijo-tengo dentista a las cuatro y tengo que llegar pronto a casa. No me puedo quedar haciendo el vago contigo…
-¿Tan temprano?-me quejé.
-Bueno, así podemos bes…-empezó a decir Luis poniéndose a mi lado.
-¡Oye!-le dije dándole un empujón.
-Os, dejo, tortolitos.
Alicia se fue dando botes, como Heidi. En cuando desapareció Luis me agarró la mano.
-Estabas deseando, ¿eh?-dije pícaramente.
-Um… sí, y también enseñarte esto.
Sacó de su mochila una revista para chicas. Al principio me quedé desconcertada. ¿Qué hacía Luis con…? Entonces me quedé en shock al ver la portada.
-Creo que necesito mis pastillas…-dije abrazándome el pecho.
-No, shh, tranquila Selena.-me calmó él abrazándome.
-¡Nos han nombrado pareja de oro!-exclamé histérica.
-Bueno, tampoco es para tanto…-me dijo.
-¿Te importa más la fama que yo?-exclamé con voz aguda.
-No, no. Tú eres la única que me importa.-dijo él mirándome a los ojos.
Poco a poco comencé a tranquilizarme. Observé con detenimiento la foto. En primer plano, salía el banco, y nosotros dos besándonos. Fue el día del parque. Cuando apareció aquél paparazzi. Saqué del bolsillo pequeño de mi chaqueta las pastillas, pero Luis me detuvo.
-¿Seguro?-me preguntó-últimamente estás muy nerviosa, y me tienes preocupado. Tomas demasiadas.
-¿Qué quieres que haga? Me calman.
Iba a tomarme una, cuando Luis me la quitó de la mano.
-Espera-dijo sonriendo pícaramente.
Oh, no. Ya sabía lo que iba a hacer. No se atrevería. Amplió aún más su sonrisa. Realmente era fácil saber lo que estaba pensando. Se metió la pastilla en la boca y acercó los labios a los míos.
-Eres un cerdo-dije antes de que me pasara la pastilla.
-Y tú… ¿Qué eres?-me preguntó.
-La que te aguanta.
Tomé la pastilla de sus labios. Sin darme cuenta, antes de tragarla, ya estaba tranquila. Me arrepentí de habérmela tomado. Quizá solo necesitaba esperar, como me había dicho Luis. Pero tenía tanto miedo a que me pasara algo de nuevo… Miguel. Oh, no, vuelvo a recordarlo. Mientras Luis me arrincona y me besa en un árbol, me acuerdo de Miguel, de sus besos imaginarios, de nuestra boda imaginaria… y me siento muy culpable.
-Te veo distraída-me dijo mientras paraba de besarme.
-No… es sólo que… me siento tan tranquila contigo, que no puedo creer que ésta en verdad sea yo.
-Am… por cierto, ¿le has dicho a tus padres que vas a trabajar como actriz?
-¿A mis padres?-pregunté algo extrañada.
-Bueno, a los padres de Miguel-dijo su nombre algo molesto-son los que te cuidan, ¿no?
-Pues se lo iba a decir hoy…-dije.
-Qué mala mentirosa eres…-comentó mientras nos dejábamos caer apoyados en el árbol.
-Es que… no sé, Luis. No me siento muy segura con ellos. Y menos con el imbécil de Miguel.
-¿Por qué le odias tanto?-me preguntó.
-Simplemente le odio.-dije cabezota.
-¿Le quieres?
-¿Cuántas veces vas a hacerme esa estúpida pregunta?-dije enfadándome.
-Lo siento. Es que no puedo creerme aún que seas mía.-dijo acercándose a mí peligrosamente.
-No soy tuya-declaré-no soy un simple juguete o pertenencia, Luis. No le pertenezco a nadie más que a mí misma.
-Pero no eres de él.
-Por supuesto que no.
-Entonces eres mía.
-¿Sabes que eres un cabeza dura?
-¿Sabes que te quiero?-me respondió sonriéndome.
-Ah, ¿sí?
-Te lo demostraré-dijo.
Me dio un beso suave en los labios. Estaba tan acostumbrada a que me besara… el único chico que me había besado en toda mi vida había sido él. Él, él y sólo él. El único que me amaba. Me había pasado años enamorada de alguien superficial y estúpido. Había pasado por alto y dejado olvidar al chico que ahora me hacía sentirme viva, y me daba fuerzas para caminar firmemente hacia delante. Por fin podía sentir el amor en todo su esplendor. Estaba plenamente convencida de que le quería. Sí. ¡Por fin, yo…!
-Selena.
Me separé rápidamente de Luis y me levanté. Delante de mí, estaba Miguel. Con la cara seria y las manos metidas en los bolsillos de los vaqueros, había observado con cara de asco la escena.
-¿Qué quieres?-le pregunté con desprecio.
-Vámonos a casa.
-¿Por qué?
-Sólo sigo órdenes.
Bufé y le miré con odio. El apartó la mirada y fijó su vista en el suelo. Me agaché al lado de Luis. Cuando me fijé, vi, que Luis le miraba desafiante.
-Tengo, que irme, cariño-sin darme cuenta subí la voz.
-Claro. Mañana nos vemos.
Iba a levantarme para irme, cuando Luis me retuvo, y atrayéndome hacia él me besó apasionadamente. Me quedé de piedra. Metió la mano por debajo de mi camiseta. Cuando me soltó, se levantó y se fue andando sin mirar atrás. Aún sorprendida me coloqué la ropa. Tan solo había fingido meterme mano, sin embargo, había tenido quieta la mano, sin llegar a rozarme la piel. No podía entender su adtitud. ¿Por qué había hecho eso? Entonces observé a Miguel. Estaba furioso. Me asusté y lo entendí todo. Luis había dejado claro que yo era suya. Delante de Miguel. Pero… ¿por qué estaba él así? Como si yo… como si yo le importara… entonces… comenzó a llover, y el cielo se oscureció.
-Miguel…
-¿Por qué le has dejado?-me gritó.
-Es mi novio-dije encarándole.-dejará que haga conmigo lo que yo quiera.
-¿Ahora eres su muñeca?-dijo entrecerrando los ojos con rabia.
-¡A ti qué te importa!
-¡Sí que me importa!-dijo.
Me quedé callada. Sin querer, sin darme cuenta y sin poder evitarlo empecé a llorar. ¿Qué era este dolor que me mataba cada vez que le insultaba? ¿Era acaso el precio de mi error? ¿El precio de haberle amado aunque no fuera correspondida? La lluvia empezó a empaparme poco a poco. Pero esa era mi menos preocupación en esos instantes.
-¡¿Por qué me haces esto?!-le grité.-me odias… ¡ME ODIAS! Quiero que me olvides, que me dejes en paz. No te metas en mi vida. Fue lo primero que me dijiste, así que dime por qué… dime por qué me atormentas y me haces estas cosas, porque de verdad no soy capaz de entender…
-No llores-me pidió interrumpiéndome.
-Es por tu culpa por lo que lloro-le dije.
-¿Por mi culpa?
-Sí… porque te amo.-cogí aire- Pero eso se acabó.
Se quedó callado. Dio un paso hacia mí, y yo me quedé completamente quieta. Menos de cuatro pasos nos separaba. Me miraba a los ojos.
-No nos conocemos de nada. No sé quién eres. Ni tú sabes quién soy.-seguí hablando.-el motivo… es ése.
No respondió.
-Yo… ¡te amo!-le grité rompiendo todas las palabras y promesas que había hecho para que esas palabras nunca se hubieran formulado.-pero ése es un error… demasiado grande.
-No… no es un error.
-Sí, lo es-dije sonriendo.
Mis cabellos mojados tapaban por completo mi cara, y la lluvia se mezclaba con mis lágrimas.
-Pero-dije-ahora estoy con alguien que no me deja soñar, ¿sabes? Porque me hace vivir. Me enseña que la vida tiene sentido, y que no se puede vivir solo de sueños. Tú fuiste uno de ellos. Es una suerte… que de los sueños… se pueda despertar.
-¡Selena!-gritó callándome.-Por favor…
Me sujetó por los hombros, pero ya había comenzado a hablar. Y no iba a callarme hasta que le dijera mi última palabra.
-Yo…-dije.
Iba a proseguir. Pero no pude. Esos labios míos que habían sido besados por Luis… ahora estaban siendo besados por Miguel. No me resistí. En el fondo lo sentí bien. Sentí calidez. Pero no la calidez que sentía cuando besaba a Luis. Se separó de mí unos centímetros, y sentí que me apretaba con más fuerza contra él.
-Desde que te hice llorar esa vez… he sentido algo extraño. Algo que nunca había sentido. Llámalo culpa. Llámalo cualquier nombre ridículo que se te ocurra. Pero ahora… no quiero que estés con él… Selena… yo…
-Egoísta-dije con desprecio-eso es lo que eres.
-Selena…
Yo, la persona que había deseado besar esos labios tan perfectos, la que había deseado que me abrazaran esos perfectos brazos, la había deseado que Miguel me dijera te quiero… ahora… no lo deseaba.
-Lo siento… Miguel. El único al que amo ahora… es Luis.
Entonces, sentí que mareaba y perdía la consciencia, y como mi mente se trasladaba a otro lugar… un lugar donde ya no sentía dolor.
De tener 0 amores, a pasado a tener 2!! jeje me necantan las historias romanticas!
ResponderEliminaradems de verdad... ami tambn me encantan
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