16. Tanto para olvidar...

 -Selena, perdóname…-dijo sollozando Alicia-quería decírtelo…

-Alicia-pronunció Miguel-cállate. Largaos los dos.

-No le hables así a mi novia.-salió en su defensa Luis.

-No hagas sufrir así a Selena.-contraatacó Miguel.

-Yo no…-dijo Luis mordiéndose el labio.

Apreté más mis dedos en su camiseta. No quería oír. Quería morirme. Pero seguía oyendo. Y no iba a morirme.

-¡IROS!-grité llorando.

Entonces empecé a marearme de nuevo. Separé mi rostro del pecho de Miguel para no mojarle más la camiseta. Empecé a sentir miedo de todo lo  exterior y el mundo a darme vueltas, pero fijé la vista en ellos dos.

-Te odio.-le dije a Alicia-sabías que era mi novio pero… te dio igual… te odio…

-Lo siento…-dijo llorando Alicia-por favor perdóname…

Iba a abrazarme, pero en cuanto sus manos rozaron mi piel empecé a gritar. Miguel me apretó contra él y me hizo volver el rostro.

-Cálmate, Selena, cálmate…-me dijo.

-M-Mis pastillas.-musité.

Cerré los ojos.

-Ya hablaréis más tarde-dijo Miguel con voz seria-Selena tiene que descansar.

Me hizo volver a meterme en la cama, y ellos se fueron. No podía quitarme de la mete la cara de Alicia llorando. La rabia que me entraba cuando sus lágrimas se cruzaban por mi mente. Me obligaban a sentir pena por aquella persona que me arrebató mis sueños, a mi amor… Pero mi corazón estaba lleno de odio y de rencor.

-¿Qué pasa aquí?-exclamó enfadada la enfermera entrando en la enfermería.

-Enfermera, creo que Selena necesita ir a casa a descansar.

-Entonces llamaré a sus padres…

-Yo la llevaré, ella vive en mi casa, y mis padres no están.

-¿Vive en tu casa???

-Somos como hermanos…-se apresuró a aclarar.

-Bueno, escribiré una nota a tu tutor. Dime su nombre y podrás irte.

Miguel me llevó en su espalda todo el camino hacia casa. Me dormí medio camino pero al llegar a casa me desperté.

-Puedo caminar, Miguel-le dije haciendo que me soltara.

Introdujo la llave en la cerradura. Me quedé sentada en el suelo mientras miraba como su mano giraba la cerradura. Empecé a imaginar miles de espirales y comencé a marearme de nuevo. Ok, sí que estaba paranoica… Volví en mí cuando sentí que Miguel me cogía en sus brazos como una princesa. Subió por las escaleras y me llevó a mi cuarto. Allí me dejó en mi cama. Me quedé mirándole. Iba a irse, cuando yo alargué mi mano hacia él.

-No te vayas-musité.

-Pensé que querrías estar sola.-dijo cerrando la puerta tras sí.

-Ya me siento muy sola.-dije-más no.

Se me quebró la voz. Él se me acercó y me abrazó. Entonces empezó a besarme, una y otra vez. Se subió en mi cama y yo dejé que me besara. Mis pensamientos estaban ahogándose en una laguna que ocupaba toda mi mente. Me quitó suavemente la chaqueta y se recostó a mi lado.

-¿Lo has hecho alguna vez?-me preguntó.

-No-le respondí.

-Yo tampoco-admitió.

Nos miramos. No sé ni cómo habíamos acabado hablando de eso.

-Siento haberte dicho que te odiaba. En el fondo nunca fue así-le dije. Ya que nos estábamos confesando…

-Es mi culpa.-dijo- pagué contigo que Beatriz me hubiera dejado.

-¿Por qué te dejó?-le pregunté.

-Porque era muy celoso.-dijo.

-Yo nunca te dejaría por algo así-dije mirándole con ternura.

-¿Significa que no me odias?

-Ya te he dicho que te quiero-dije enrojeciendo.

-Pensé que no lo decías de verdad-respondió-pensé que lo decías porque estabas enfadada, o por no quedar mal conmigo.

- Si no te quisiera no me importaría quedar mal contigo-le susurré.

-Significa eso, ¿Qué estamos juntos?

-No estoy preparada aún…-dije juntando su frente con la mía-pero sí.

-¿Puedo besarte?

No respondí. Me quedé mirando la infinidad de sus ojos. Cuanto había soñado con sus besos… y sin embargo… no me sentía satisfecha. Quería olvidarme de Luis. Para siempre. Quería que su recuerdo se difuminara en un mar de color y se ahogara alejándose de mí. Quería nuevas promesas, nuevos sueños. Con Miguel.

-Ayer… un chico me besó. Un chico que no era Luis. Habría querido evitarlo… pero no pude.-dije-No quiero que vuelva a besarme. Aunque lo admire mucho.

-No volverá a hacerlo. Te lo prometo-me dijo besándome.

Se puso encima de mí mientras me besaba. Unos besos que antes eran de arena se volvían de color, y su calidez me embriagaba. El recuerdo de los besos de Luis se convertían en basta y sucia arena.

-¿Qué tal un beso?

-No-dije-soy muy pequeña.

-Mentira. Ya somos mayores. Podemos darnos un beso.

-Ya, pero, ¿Cómo se hace?

-¿No lo has visto en las películas? Tienes que acercarte a mí. En las pelis suena una canción, o el tic tac de un reloj. Para marcar lo que falta para que se besen.

-Tú ves muchas cosas raras, no sé si fiarme de ti.-dije con recelo.

-Hazlo.

Me tomó entre sus brazos y tuve sus labios a menos de un centímetro de los míos. Podía sentir su dulce aliento. Ambos teníamos los ojos abiertos. Estaba asustada, pero confiaba en él, a pesar de mis palabras.

-Tic, tac-murmuró él entrecerrando los ojos.

-Tic, tac-respondí abrazando su cuello y juntando nuestros labios.

Miguel me miró. Nuestros labios estaban a menos de un centímetro.

-Tengo tanto para olvidar…-musité con lágrimas aflorando en los ojos.

-Yo te ayudaré-dijo besándome de nuevo.

-Bésame… hasta que me olvide de él… horas y horas…