Noté como hacía dibujos en mi mano, pero no abrí los ojos. Tenía miedo. Miedo a una mirada triste, a un adiós para siempre, a una sonrisa vacía. No quería ni escuchar ni ver, tampoco sentir. Pero cerrar los ojos y fingir seguir inconsciente no era una solución. A veces me odiaba y me preguntaba por qué. Estaba claro que nacer bajo un techo sólido era una suerte que merecía ser corrompida.
-Carla.
No pude evitar abrir los ojos lentamente. Sentía la urgente necesidad de verle, aunque sus facciones no mostraran felicidad. Su voz no era suficiente para mí. Apretó su mano sobre la mía cuando vio que le miraba fijamente. Sin previo aviso me abrazó, a pesar de los cables que salían de mis brazos.
-Idiota-me dijo- ¿por qué no me lo dijiste antes?
-No lo vi… necesario-murmuré.- no pensé en ello.
-¿No viste necesario decirme que tenías una enfermedad del corazón hereditaria?-estalló él separándose enfadado.
Posé la mirada en las sábanas y me mordí el labio. Sentí que se me salían las lágrimas de los ojos involuntariamente. Miles de dudas y de malos presentimientos me recorrieron en pocos segundos. Ahora vendría el adiós para siempre, el no podemos estar juntos, el seguiremos siendo amigos. Y después las tardes en casa encerrada, el no volveré a enamorarme y el no volver a creer en el amor. Noté la fuerza contenida en su mano aferrándose a la mía.
-No vuelvas a hacerme esto-murmuró él mientras me retenía entre sus brazos.
Lentamente enterré el rostro en su hombro mientras sollozaba con suaves y débiles gemidos. Él pasó las manos por mi pelo.
-Esto tengo que apuntarlo-oí murmurar.
Reí apartándome de Ismael. Mi madre miraba atenta la escena y escribía como loca apuntes en una libreta. A veces tenía la impresión de que mi madre no se preocupaba por mí, pero sabía de sobra que en realidad, sus reacciones eran una coraza ante el dolor, y bajo esa mirada concentrada en el papel, había un brillo de tristeza y preocupación.
-No me habías contado que tenías novio-me reprochó sin acercarse y dirigiéndome una mirada ceñuda.
-Yo sí lo sabía-dijo una voz burlona.
Observé como David empujaba a mi madre dentro de la habitación y cerraba la puerta. Ésta lo fulminó con la mirada un instante, pero luego se echó a sus brazos como una adolescente enamorada. Vamos, como yo.
-¿Y tú por qué lo sabías?-preguntó poniendo morros como una niña pequeña.
-Saltándose las primeras horas de clase, besos en el pasillo…-empezó a decir David-hay cosas que un profesor no puede evitar ver ni tapándose los ojos…
Ambos enrojecimos como tomates. ¡Sólo nos habíamos saltado las clases un par de veces!
-Perlo bueno… en general son mejores que otros que he visto-comentó nuestro profesor.
Le dirigí una sonrisa aliviada y agradecida por salvarnos en lo último. Aunque también había sido él el que había revelado nuestra vida delincuente en el instituto…
-Bueno, vamos a bajar a la cafetería-dijo mi madre- te quedamos aquí con tu amorcito…
-No seas mala, cariño…
Cerraron la puerta y nos dejaron en absoluto silencio.
-Ya no sé de qué estábamos hablando-dijo él sonriendo.
-Me habías dicho que no te volviera a hacer eso-le recordé volviendo a retirar la vista y reteniéndola en las sábanas.
-Es verdad… pues eso-dijo él rascándose la cabeza.- Y además…
Se inclinó un poco sobre mí y retrocedí involuntariamente. Noté como ponía una pierna encima de la cama y se colocaba encima de mí.
-Te quiero-murmuró besándome en la frente- siempre te querré. No habrá ser humano que nos separe. Y si algún día dejo de estar contigo… será porque tú lo hayas decidido.
Sonreí con lágrimas en los ojos y le acaricié suavemente una mejilla.
-Nunca… nunca haré eso-susurré levantando la cabeza para besarle.
Rocé un instante sus labios, pero él en seguida me atacó ferozmente y empezó a besarme con pasión. Por un momento tuve miedo de que explotara una de las máquinas que había a mi lado debido a la rapidez extrema a la que iba mi corazón, que parecía querer saltar de mi pecho. Se separó de mí para respirar y yo le miré un segundo con una sonrisa burlona.
-¿Sabes que debajo de este camisón no llevo nada?-le dije.
-¿En serio?-me preguntó soltando una carcajada pícara- me pregunto si podré apartar la sábana e investigar un poco…
-Ismael…-repliqué con algo de enojo.
-Era una broma-se excusó besando lentamente mi cuello.
Pero sabía que no era así. Decidí no pensar en ello y dejarlo pasar.
-Además, no creo que sea el momento adecuado…-murmuró de repente- mejor te dejo tranquila, que no quiero que te de otro ataque…
-No te preocupes-dije aferrando mi mano a su camiseta y manteniéndolo en la cama- esto no sucede porque me… emocione y cosas así. Pasa de repente y ya está.
-Porque te emociones…-exclamó riéndose a carcajada limpia.
-No has dejado de ser un idiota-farfullé empujándolo de la cama y cambiando de opinión.
-Desde luego-dijo él- de eso no te quepa duda.
Noté en su voz un deje de tristeza que preferí ignorar.
-Entonces, ¿vas a estar conmigo aunque algún día la casque por problemas del corazón?
-Sí-susurró él con una sonrisa.
-¿Aunque se me caiga el pelo y me salga un enorme grano en la nariz?
-Umm… entonces tendría que pensármelo.-dijo él mirándome de reojo.
-Idiota…
-Estaría contigo aunque se te cayera el pelo, te salieran mil granos en la cara, vinieras de Saturno y fueras una mutante. – Me miró con ternura y cogiendo aire prosiguió-Te querré aunque no me quieras, aunque me odies, aunque desees que desaparezca de la faz de la Tierra. Te amaré hasta que la muerte nos separe, con todo mi corazón, aunque miles de personas estén en contra. Te acompañaré y viviré contigo hasta el último de nuestros días, acompañados de los miles de hijos que quieras tener. Y te escucharé aunque me griten, me tapen los oídos, me quede sordo o deje de vivir, porque no hay nada en el mundo como escucharte recordarme lo idiota que soy, ver tus preciosos ojos, tu ceño fruncido y tu rebelde pelo color castaño. Porque te quiero, y el día en el que por fin vea en tus ojos que aceptas eso, yo…
-Gracias-susurré.
Me levanté de la cama ignorando sus ojos diciéndome que no lo hiciera y lo envolví entre mis brazos.
-¿Esta es tu promesa de amor?-pregunté.
-Algo así…
-Amm. ¿Entonces me toca a mí ahora?
Él no respondió.
-Te quiero. Simplemente eso. Todo lo que siento… se resume en eso.
-Entonces, ¿esto es un final? ¿El final de los problemas? ¿El final de todo?
-No, Ismael. Esto no es el final. Tan solo… es el principio.
Este es el final O.O
ResponderEliminarLa verdad cuando estba diciendo que siempre iba a estar con ella tenia la sensacion deuqe le estaba pidiendo matrimonio xD
Te quedó muy bien el final te felicito
Un besote grande y suerte con tu nueno proyecto y que crezca mucho como escritora.
¡AWWWW qué romántico! Ismaeeeeel *-* Qué babación con él, jaja, cuando se pone tan cursi es que dan ganas de apretarlo xD Sí, parecía que le estaba pidiendo matrimonio! jaja sólo faltaba el anillo y la cancioncita de las bodas xD
ResponderEliminarNo me creo que sea el final :( Me parece que algún día publicarás el siguiente y se me acelerará el corazón cuando lo lea, pero bueno... Puff amé la historia, ya quisiera que me pasara a mí (quiero un Ismael xD)
Espero la nueva historia con ansias, cada vez mejoras más con esto xD
Un beso
Girl
OOOHHH me ha encantado el cap.!
ResponderEliminarEspero que no sea un finaaal :(
dios que bonito te ha quedado!!!!!
ResponderEliminares el final¿? por una parte seria un final precioso pero me da mucha penita que se acabe :(
me encanta!!
Bsoos
Perdon?? NO sera este el ULTIMO CAPITULO NO??!! que sea de los ultimos vale, pero el ultimo... ni se te ocurra!! no quiero que se acabe tan pronto, y se han de resolver mejor las cosas entre ella y su padre!!! :S
ResponderEliminarOtro! Otro! Otro!
este ha sido perfecto, aun así :) sigue escribiendo!
wowww!! no creo que sea el ultimo..todavia tienen que explicar cosas sobre los otros personajes..Enrique,Victoria...No se puede terminar así como así..Me encanta :)
ResponderEliminarAmazaing!! SOlo eso, AMAZING!! Te ha quedado precioso!! <3
ResponderEliminarBesitos capitolienses!!