-Vamos… venga…-murmuré.- Bésame.
-Espera-musitó él apartándome.
Terminó de escribir unas notas en el pentagrama y mantuvo la vista fija en él. Luego la posó en mí absorto en sus pensamientos, mirándome y a la vez sin hacerlo.
-Ahora me besas, ¿no?
-Los besos no se piden así-me riñó saliendo de sus ensoñaciones.
Hacía tiempo que éramos amigos, pero yo aspiraba a algo más. Ahora que había encontrado a la persona más perfecta del mundo… no la iba a dejar escapar. Bastante me había costado hablar con un chico que tenía la fama del más callado de su curso. Le puse morros haber si colaba, pero en esas últimas semanas habíamos descubierto muchas cosas el uno del otro y sabía perfectamente que mi truco no iba a funcionar, ya de antemano. Él me miró un instante pero no me besó. Se levantó y se sentó en frente del piano, donde empezó a tocar. La melodía me embobó completamente. Hacía un efecto extraño en mí, como si me hipnotizara, como si cuando la escuchase, dejase de ser perfecta comparándome con ella. Cuando dejé de oír la música fruncí el ceño y observé cómo se reía de mí.
-No voy a besarte Victoria.-me dijo poniéndose serio.
-¿Por qué?-pregunté entristeciéndome.
Esa frase me hacía daño. Dolor. Un intenso dolor, una punzada en el corazón. Aunque intentaba sonreír cada que la decía y seguía intentándolo una y otra vez.
-Porque no te quiero. No voy a besar a alguien que no quiero.
-Pero, ¿por qué? Yo sí te quiero.
-A eso se le llama relación “bilateral”.
-No me hables con palabras raras que no entiendo-musité con voz de niña pequeña.
Suspiró y se guardó las partituras en una carpeta. Se levantó y de quedó mirándome en la puerta del aula de música.
-Si no vienes te dejo sola.
-Si me dejas sola, me suicidaré.-le amenacé- pondré en un papel que fue culpa tuya y te pasarás el resto de tu vida en la cárcel. No me conformaré con eso, si no que vendré en forma de espíritu a atormentarte.
Él me clavó la mirada, pero luego se rió.
-Eres una melodramática y una chantajista.-me acusó con la sonrisa aún en la cara.
-Sólo estoy enamorada-me justifiqué.
Él se acercó a mí y me empujó para que saliera de la clase.
-Vamos, tengo que cerrar. Si no, me caerá la bronca.
Con los puños apretados salí de clase. Me trataba como a una niña pequeña. Y sólo tenía uno o dos años más que yo. Era injusto. Pero era así. Suspiré. No podía hacer nada. Ninguna provocación de mi parte parecía producirle nada. Yo era como un lápiz que intentaba pintar en un trozo de papel que ya estaba pintado. Él estaba como inmunizado.
-No irás a hacer una rabieta, ¿Verdad?-me preguntó intentando arreglar las cosas mientras caminábamos por el pasillo, ya casi a oscuras.
-Para nada-murmuré con algo de tristeza en la voz- supongo que tendré que volver a enamorarme, de alguien que me quiera.
-Eso está bien-me dijo él metiéndose las manos en los bolsillos.
Nunca pensé que alguien pudiera resistírseme así. Mientras oía el eco de nuestros pasos, lo sentía tan cercano… y a la vez muy lejos. Salimos a la calle, aún en silencio, sin decir nada.
-Te acompaño a casa-me dijo él.
Yo asentí con gesto inexpresivo. Noté como miraba hacia delante algo incómodo. Atravesamos el parque, y yo me entretuve observando los árboles y las flores. Entonces me acerqué a la valla de madera que había en el parque, y delimitaba el barranco. Él también se acercó y se apoyó en ella, a mi lado.
-No voy a querer a nadie más-dije con lágrimas en los ojos.
Él no respondió. Me balanceé hasta quedar medio cuerpo a ras del barranco. Él me miró nervioso y me cogió la muñeca para asegurarse de que no me tiraba.
-Puedes intentarlo-murmuró.
-No-me negué cabezota- no lo haré. Suéltame, me voy a tirar.
-No, no digas tonterías, Victoria…
-Enrique.-musité.- o dejas que me tire o…
De repente, el trozo de valla en el que estaba apoyada, empezó a crujir, y cedió. Ya me veía debajo de una cruz, cuando sentí las manos de Enrique en mi cintura. Empecé a esperarme lo peor tras verme bajo su mirada furiosa, y casi preferí haberme caído por el barranco. Pero entonces, sin previo aviso, me besó. Me quedé a cuadros y ni si quiera cerré los ojos. Noté como sus manos paseaban por mi cintura, agarrándome con fuerza. Bajé los párpados y pasé los brazos por su cuello. Dejamos de besarnos para respirar y me encontré con sus ojos, medio cerrados mirándome fijamente. Creo que estaba enfadado.
-¿Pero qué demonios haces?-me espetó sin soltarme.
-Arriesgar-musité.
-Ya veo-dijo enojado.
Seguimos en la misma posición, muy cerca el uno del otro.
-Eres capaz de hacer estas locuras, por un beso…-murmuró.
-Pero no por un beso cualquiera-dije sonriendo- por uno tuyo.
Yo me sentía feliz, en la cúspide de la alegría, como si fuera la reina del amor tras ese beso. Cuando estaba con él no me importaba parecer perfecta, es más, era todo menos eso. No dudaba en recalcar mi carácter infantil y cabezota, y no estaba continuamente mirándome en los espejos y tocándome el pelo. Cuando estaba con él, era yo, y no esa imagen dibujada que yo había creado a partir de mí misma.
-Vámonos-musitó él carraspeando y sacándome de mi embobamiento.
Yo asentí aún en las nubes, y no advertí la incomodidad de su voz. Seguimos caminando hasta casa. Ya en frente de mi puerta, le miré fijamente. Nos quedamos un rato en silencio, mientras yo esperaba en vano un último beso. Di un paso hacia delante y de puntillas me puse a su altura.
-¿No vas a besarme?
Él me miró aún sin pronunciar palabra muy serio, sin apartarse. No pude evitarlo. Antes de que hablara los ojos ya se me habían llenado de lágrimas.
-No te quiero, Victoria. Estoy enamorado de otra persona.
Diciendo esto me dio la espalda y se echó a andar por la calle. Últimamente todo me salía mal. Recientemente había descubierto, que esa chica que conocí en la fiesta a la que fui, era mi hermanastra. No era que me desagradara, por lo menos no mucho, pero es que me sentía algo incómoda en esa situación. No tenía ni idea de que mi padre hubiera tenido otra familia, y había tenido una pelea con él, a pesar de lo abatido que se le veía. Aunque él, tampoco era mi padre de verdad.
Abrí la puerta con la llave. El silencio abrumador llenaba toda la casa. No había nadie. Y de algún modo lo agradecí. Porque en cuanto cerré la puerta tras mí y escuché el cerrarse de ésta, dejé que las rodillas rozaran el suelo y sin tomar reparo en nada, rompí a llorar. Y es que el amor… realmente duele.
Me cae mejor Enrique que Victoria O.O
ResponderEliminar¿Debería sentir pena hacia ella y asco hacia él por hacerle eso? Porque no lo siento XDD
Me ha encantadísimo (?) el capítulo. ¡Enhorabuena Baby!
Besitos capitolienses!!
:D
no entiendo...no se llamaban Carla e Ismael?!
ResponderEliminarsin la menor intención de parecer estúpida, Delf (xDDDD)
No me esperaba un capitulo de Victoria la verdad, sinceramente Enrique me cayó muy bien y quiero saber de quien esta enamorado. Aunque Victoria me dio mucha penita porque le estan pasando cosas realmente malas.
ResponderEliminarPublica pronto y besitos.
Yo te respondo resulta que Victoria es la hermanastra de Carla y Enrique apareció de la nada hoy por lo que yo recuerdo.
ResponderEliminarNo te preocupes a veces yo tambien me pierdo con la historia cuando pasan mucho tiempo sin publicar. xD
me ha encantado!! si,el capitulo es precioso :) a mi tambien me cae mejor enrique..A Victoria la veo como una niña malcriada y mimada...A Enrique lo veo mejor persona...Estoy deseando saber de quien se ha enamorado!! no sera de carla,verdad?? o.0 es que me lo veo venir...Besos, preciosa :)
ResponderEliminarLola
Wow pobre Victoria :S Pero está bien que alguien le enseñe cómo es la vida de verdad xD ¿Cómo es eso de que no es su verdadero padre? Umm ¿Me perdí de algo? Puede ser :S
ResponderEliminarGirl
Gracias Laura Ü"
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