sábado, 25 de septiembre de 2010

4. Una cruz, dos cruces, tres cruces

La maleta me pesaba. La dejé apoyada en el suelo y llamé al timbre. Mi padre me observaba desde el coche con gesto sobreprotector. Saqué los dedos en señal de victoria, como cuando me sentía nerviosa e insegura, para darme fuerza. Fue entonces cuando su padre, (el supuesto Jairo) me abrió la puerta.
-Tú debes ser Selena, ¿no?-preguntó con una amigable sonrisa-encantado de conocerte. Seguramente ya conocerás a Miguel, pero de todas maneras te lo presento.
-¿¡YA HA VENIDO!?-gritó una voz femenina.
En menos de diez segundos apareció una chica guapísima en la puerta. Tenía el cabello dorado y con muchos tirabuzones, dos brillantes y grandes ojos azules y una piel pálida como la leche. Pestañeó sorprendida y luego soltó un grito de alegría.
-Guau, que guapa eres-dijo admirada.
No pude evitar sonrojarme y mirar hacia el suelo. ¿Quién era esa chica?
-Bueno, Selena-dijo el padre sonriendo nervioso-esta es mi hija Violeta.
-Hola-exclamó ella mostrando una preciosa sonrisa llena de dientes blancos.
-Hola-respondí muriéndome de la envidia mientras miraba con recelo su apariencia.
Recogí mi maleta, pero la supuesta Violeta me la quitó de las manos antes de que pudiera si quiera notar su peso.
-¡De eso nada!-replicó-¡eres nuestra invitada! ¡Y mi nueva hermanita mayor!
Soltó una risita infantil y cogiéndome de la manga me arrastró dentro de la cara. Observé a lo lejos como mi padre arrancaba el coche y me sonreí a través del cristal. Sería la última vez que le viera. Hasta dentro de medio año. Suspiré. Iba a echarle mucho de menos. Violeta me llevó hasta su cuarto. Me quedé sorprendida. No había visto un cuarto tan chulo en mi vida. Yo que me esperaba encontrar un mundo de “Hello Kitty” en su cuarto. Bueno, aunque tampoco es que me hubieran dicho algo de Violeta, así que a ella como que tampoco la esperaba.
-Bueno, eres Selena, ¿verdad? Tú vas a ser mi nueva hermanita.-sentenció ella-porque como el idiota de mi hermano no me hace ni caso…
Puso pucheros, como esperando a que le diera una respuesta.
-Claro-respondí.-a mí no me importa.
-¡Bien!!! Que sepas que solo tengo un año menos que tú, o sea que seamos amigas, no me trates como una niña pequeña, ¿ok?
-Claro-volví a responder.
-Está bien-dijo calmada.- ¡Sí!-gritó después.
Estaba claro que ella no era una de esas personas que se lo pasaban pipa sentada en un sillón. Me estrechó tan fuerte entre sus brazos, que creía que me moría. Nunca creí que Miguel fuera  mi salvación.
-Hola-dijo entrando en la habitación. Tenía una cara molesta y de enfado, y era evidente que intentaba sonreír.-Soy Miguel. Aunque supongo que debes saberlo, ¿no?
-Sí-dije-soy Selena.
Su presencia me acobardó. Nunca pensé que me sentiría así. Lo sentí como una cruz en mi corazón. Una cruz ardiente.
-Pues, un aviso.-dijo cambiando el tono-ni te me acerques niña. Tengo una reputación que mantener. Aquí solo eres una molestia.
Dos cruces. MI mirada en blanco observando aquel rostro con el que me había CASADO en sueños, con el que había soñado con besar…
-¡Imbécil!-le gritó Violeta sacándole la lengua-¿te quieres largar? ¡Deja de molesta a mi hermana!
-Oh, qué rápido me has cambiado por esta niñata fea-dijo con desdén-menudo ridículo me hiciste pasar. –añadió mirándome con ojos fríos y distantes.
Empezaron a correr lágrimas por mis mejillas. ¿Todos mis sueños… rotos? Toda mi vida amándole… ¿para esto? Mi corazón roto en pedazos… ¿para siempre?
-No llores, es un idiota-dijo Violeta.
Empecé a limpiarme las lágrimas con desesperación. No debía llorar. No debía llorar. No. Miré hacia el suelo escuchando sus últimas y crueles palabras.
-No interfieras en mi vida, ¿Vale? Espero que este medio año pase pronto-comentó sin ninguna sensibilidad-otra inútil en casa, lo que nos faltaba. Ja. Como tu madre, ¿no? Era actriz, ¿no? ¿Dónde está ahora? ¿En Australia dejándote aquí abandonada? ¿Y tu padre? Se va, dejándote SOLA.
-Te has pasado Miguel.-protestó Violeta abrazándome.
Tres cruces. Lo mío ya no eran lágrimas. Era una auténtica inundación. Mi madre. Con la última persona con la que se podía meter. Empecé a sentir dolor en el pecho, como si no pudiera respirar.
-¿Por qué lloras tanto?-exclamó de repente él-no es para tanto…
-¡Imbécil!-volvió a gritarle Violeta- ¡tú no sabes nada! ¿Cómo has podido decirle eso? ¡Te odio!
-No creo que sea para tanto-siguió excusándose él esta vez algo preocupado.
No podía respirar. Me dolía el pecho. Mucho. Sentía como si me estuviera ahogando. Y no podía dejar de llorar. El dolor me vencía por todas partes. Él, mi madre, mi padre, traicionada, sola… No pude seguir manteniéndome de pie. Me caí al suelo y empecé a lanzar gemidos. Cerré los ojos. ¿Qué me pasaba? Me sentía fatal. No podía respirar. Me molestaban las lágrimas metiéndose por debajo de mi camiseta y mi corazón corriendo acelerado.
-¡SELENA!-gritó ella sujetándome-¡Mira lo que le has hecho! ¡Es por tu culpa!
Echó a correr preocupado escaleras abajo. En nada de tiempo sentí como unas manos fuertes me levantaban y me llevaban a algún sitio. Me sentí mal, y cada vez sentía menos mi cuerpo. Solo sentía dolor, dolor y más dolor. Entonces nada. Dejé sentir nada.

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