miércoles, 22 de septiembre de 2010

2.Mi sueño ¿roto?

Toda la mañana pintarrajeando en la libreta su nombre. Toda la mañana pensando en lo borde que había sido conmigo. ¿Cómo podía haber creido que estaba en primaria? Estaba en tercero de secundaria, ¡igual que él! Me moría por dentro al pensar que quizá me odiara. Con angustia empecé a hojear el libro de Matemáticas como una loca.
-Eh-me llamó la atención Alicia-que como sigas así, la profe se va a dar cuenta de que estás tonta perdida.
-Que graciosa-le dije sacándole la lengua.
-Vamos, Selena, tía estás en babia total-me reprochó ella poniéndome el libro en la página cincuenta y dos.
Suspiré. Cuando terminase las clases iría a disculparme con él. Solo quedaban cinco minutos para las once. Aunque no sabía como hacerlo...
Un escalón, dos escalones, tres escalones. A menos de dos metros estaba él hablando con sus amigos, riéndose... Cogí aire de golpe y eché a correr en su dirección. Le cogí de la manga y cerrando los ojos lo dije. Creo que grité un poco. Creo que grité bastante. Cuando terminé eché a correr. Me dirigí al círculo de mis amigas, al lado de Alicia.
-Pero, tía, ¿Qué has hecho?-exclamó mirando hacia donde Miguel.
-Me h-he disculpado con M-Miguel.
-¿El chico del que llevas colada una eternidad? Pues hija al pobre debes de haberle quedado sordo.
-¿Sordo?
-¿Eres consciente del grito que has dado? Se ha oído en todo el patio, ¡y en todo el continente, también!
-Pero es que esta mañana... le empujé-dije acorbadada-quería disculparme.
-Esa es la PEOR excusa que he oído en mi vida-dijo ella convencida.
-¿Excusa?-ni si quiera había pensado en ello como tal.
-Sí.
-No pensé así...-dije pensativa.
-Oye.-una voz en mi espalda hizo que me quedara completamente en shock.
Me di la vuelta y observé la cara de un chico avergonzado, con mirada penetrante y una mueca en los labios.
-Quiero hablar contigo-dijo Miguel-después de clase.
-Sí-dije son atreverme a mirarle y con la cara roja de verguenza.
-Ummm, no parecía muy contento-comentó Alicia poniéndose en frente mía.
Estaba tan nerviosa. ¿Qué quería? Me echaría una bronca tremenda por haberle dejado en ridículo. Pero es que tenía que hacerlo. Pitó el timbre del recreo. Se había acabado mi única salvación. Aunque aún quedaban tres horas, quería morirme, porque se pasaron en tres segundos. Pensé en escaquearme, aunque, ¿de qué me serviría?
-Hola-me saludó.
Estaba tiesita como un palto, en frente de la maravilla más maravilla del mundo, en frente de mi sueño, de mi amor platónico. Y sin embargo, lo único que hizo fue tenderme una carta.
-Tú eres Selena de la Clase C, ¿no?-me preguntó sin mirarme si quiera.
-Sí-dije confusa.
-Es para el señor Ortiz. Tu padre, ¿no? El señor Ortiz. Tu padre , ¿ no?
-Sí.
-Pues eso. Adiós.
Se dio la vuelta y se fue caminando. No podía creerlo. Cuando ya creía ver mi sueño roto en mil pedazos y desperdigados en lágrimas, Mister Maravilla me tendía una carta, ¿PARA MI PADRE? Uy, ¿una petición de casamiento? Ok, Selena no flipes. No la abrí, pero vi la dirección por detrás. Tan solo ponía le nombre de mi padre. Qué extraño. Observé como se alejaba con anhelo. Mi amor. Mi sueño...¿Roto? Tal vez... imposible sería el adjetivo correcto.

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