sábado, 25 de septiembre de 2010

5. Te odio

 -Selena, despierta-abrí los ojos asustada.
En frente de mí, hacia una mujer con el pelo rubio y corto.
-Soy la madre de Violeta, Dalia-se presentó-cariño, te ha dado un ataque de ansiedad.
-¿Ansiedad?-pregunté confusa.
Estaba en un hospital. Apreté las manos en la sábana. ¿Dónde estaba mi padre? ¿Y mi madre?
-Sí. Siento lo de Miguel. Estaba furioso porque le castigamos a no salir y la pagó contigo. En cuanto volvamos a casa se disculpará contigo.
-¿Miguel?-estaba tan perdida…
-¡Selena!!!-gritó una voz.
Una chica rubia irrumpió en la habitación, se acercó a la cama y me cogió de la mano.
-¿Estás bien, hermanita?-me preguntó.
Sonreí. Sí, Violeta. De repente me acordé. Mi padre estaría camino de Nueva York y mi madre… mi madre no estaba en ningún camino. Procuré no pensar en ella. Me alegraba de no haber preguntado por ella. Parecería estúpida y solo daría pena. Lo que ma faltaba ya.
-S-Siento las molestias-me disculpe agachando la cabeza.
-No te preocupes, cariño-me calmó su madre-esto es culpa de mi hijo, no tuya. Tu padre ya nos avisó de tus ataques de ansiedad.
Me acordé de mi confusión cuando estaba sufriendo. No sabía que me pasaba. Parecía tan tonta… hace nada había tenido dos. Uno cuando me enteré de lo de mi madre… y otro en su funeral. Sí, era enfermiza. Bajé la cabeza de nuevo y procuré tranquilizarme.
-¿Cuánto tiempo llevo…?
-Toda la noche. Hoy no has ido al instituto, ya  he llamado.
-Está bien.
-Yo acabo de venir. Una chica me ha preguntado por ti. Se llamaba Alicia-me contó Violeta.
-Oh-dije sonriendo-¿Cuándo podré irme?
-En cuanto te despertaras-me dijo ella sonriendo-así que vístete, cariño.
-¿Le habéis dicho algo a mi padre?
-Cogerá el próximo avión de vuelta. Está preocup…
-¡No-grité-dile que se vaya!
-¿Cómo?
-No quiero ser un obstáculo para él. Dile que no vuelva, por favor.
-Está bien, le llamaré-aceptó ella mirándome de reojo mientras buscaba en el bolsillo de su bolso su móvil.
Violeta sonrió con satisfacción mientras me apretaba las manos.
-Esta vez sí, ¿vale?
-Sí-dije yo sonriendo.

Me vestí y nos volvimos a casa. Comí  con ellos, y fue muy agradable. Me sentí mejor, pues “él” no estaba allí. Fue entonces, cuando, por la tarde Violeta se me acercó.
-Esto, Sele, acompáñame, porfi-me dijo.
Me dio la impresión de que lo hacía de mala gana, como si no quisiera que la acompañara. Lo entendí todo cuando me llevó hasta al salón y se fue, dejándome a solas con Miguel. Le miré con desprecio y estaba dispuesta a irme, cuando él habló.
-Lo siento, Selena-dijo.
Me giré. NO había ningún arrepentimiento en su cara. Lo sabía muy bien. Conocía ese rostro perfectamente, aunque fuera el de él. El de no me importa nada mañana te seguiré odiando. Pero yo iba a dejarle las cosas claras a ese listo.
-Me importa un pimiento, ¿sabes? ¡No es mi culpa que no te dejen salir, no lo es! ¡Pero tuviste que pagarla conmigo!
-En realidad me dejó mi novia.-dijo él tranquilo  y molesto.
Ya iba a reírme, vamos. ¿Qué le dejó la novia? ¿Se suponía que me tenía que dar pena? Intenté tranquilizarme. No quería que me diera otro ataque de ansiedad por culpa de mi histeria.
-¿De verdad? No veas lo que me importa-dije con el mismo desdén que había utilizado él la primera vez que me habló.
-Seamos amigos-dijo él apoyando la barbilla en las manos.-o por lo menos llevémonos bien.
-Nunca. Te odio-dije con toda la furia que tenía dentro.
Empecé a respirar aceleradamente, y sentí que me volvía a suceder lo mismo. Intenté respirar adecuadamente apoyándome en el sillón.
-¿Estás bien?-me preguntó notándolo y levantándose.
-Sí-respondí-no me toques-añadí cuando vi que su mano iba a ponerse en mi brazo.
El retrocedió y me miró de frente. Cuando conseguí serenarme me sentí mejor. No fui capaz de mirarle de frente.
-¿Sabes?-dije dándole la espalda-mi madre murió… hace tres meses. No está en Australia.
No hubo respuesta. Noté como se apoyaba en el sillón y respiraba entrecortadamente. Como se daba cuenta de su error y empezaba a sufrir como yo lo había hecho, pero esta vez por su error. Sí, iba a odiarle. Para siempre. Ahora era su turno se sufrir. Yo ya había tenido mi parte. Ahora le tocaba a él.
-Selena… de verdad que lo siento… yo…-dijo él.
La voz apenas le salía. No quise seguir escuchando. Di unos cuantos pasos y salí del salón. Necesitaba tomarme las pastillas para mis ataques de ansiedad. Ya casi ni podía respirar.

1 comentario:

  1. me encanta! escribes genial!! se me han saltado las lagrimas y no es broma!! xD

    ResponderEliminar