-Ya, pero últimamente me sucede bastante. Cuando estoy triste y cuando estoy muy nerviosa. El caso es que hace poco…
Recordé cuando estaba llorando en mi habitación. No me había pasado nada. No me habría puesto nerviosa, me tenía mareos ni confusión. Me acaricié la barbilla mientras pensaba.
-No lo sé-añadí-pero bueno.
-Ya estás bien, ¿no?-me preguntó-oye, me han dicho que vives ya con tu amor…
-¿CON MI QUÉ?-exclamé.-no me lo puedo creer. Él no es mi amor. Es mi pesadilla.
-No decías lo mismo hace tres días…
-Hace tres días era el príncipe azul más buscado por mis hormonas. Ahora es el ser más odioso de la tierra. Maldita adolescencia…-bufé.
-Pero, ¿por qué?
-Es que le odio. Me insultó y me dijo de todo. Se metió con mi madre-cogí aire-luego se disculpó, pero seguramente, obligado. NO quiero saber nada de ÉL. Nada.
-Vaya, sí que le odias.
-Necesito las pastillas…
-Eh, eh, tranquila. No las necesitas, estás bien-me calmó Alicia quitándome el bote de pastillas del médico.-no estoy segura de que vivir con Míster Maravilla te haga bien.
-Yo tampoco-dije quitándole el bote y guardándolo en el bolsillo de mi mochila.
Alicia me miró un instante con gesto inexpresivo, y luego miró hacia delante. La profe acababa de entrar, acompañado por un alumno.
-Eh, Sele, mira que bueno está ése…-susurró Ali dándome un codazo.
Lo miré. Era rubio y de ojos marrones. Todo lo contrario a Miguel. Mierda, ¿por qué no podía dejar de pensar en él? Apreté con fuerza los puños.
-Chicos, este es Luis, un alumno nuevo. Viene de Londres. El ya vivió antes aquí, pero se tuvo que ir por el trabajo de su padre.
-¡Selena!-exclamó de repente él.
Toda la clase se fundió en el más remoto de los silencios. Yo me puse derecha en la silla, y con cara de signo de interrogación le miré. ¿Se refería a mí?
-Cuánto tiempo-dijo.
-Oh, que bien que conoces a alguien.-dijo la profesora con una sonrisa.-Alicia cámbiate y ponte con Raúl. Luis, puedes ponerte a su lado.
Alicia me miró entre sorprendida y molesta por tener que cambiarse. Recogió sus cosas y se instaló al lado de Raúl. Yo fijé mi vista en Luis, completamente confusa.
-Yo no te conozco-le dije en cuanto se sentó- ¿cómo sabes mi nombre?
-Lo pone en tu cartera-dijo él-pero, nos conocemos desde pequeños…
-No sé quién eres-insistí.
-¿Estás segura, tic, tac?-preguntó con una sonrisa burlona.
Me congelé. Tic, tac. No podía ser. ¿Luis? ¿Mi primer amor? ¿Ése chico que se tuvo que ir, el que se despidió con el más apasionado de los besos, y el primero para mí?
-Luis-musité perdida.
-¿Ya te acuerdas? Tic, tac-dijo acercándose peligrosamente a mí.
-Eh-dije reaccionando mantén las distancias.
-¿Quieres guardar las apariencias?
-Ya hay suficientes rumores por ahí, Luis. No quiero estar más en boca de todos.
-Ya…-dijo él.
La clase pasó increíblemente lenta. Aún me acuerdo. Estábamos en cuarto de primaria, a penas éramos unos niños. Sentados, observando el atardecer.
-Cuando te vayas, piensa mucho en mí, ¿Vale?-le dije.
-Claro.
-No te enamores de nadie más, soy la única para ti.
-Por supuesto. Pero entonces, tenemos que inventarnos algo.
-¿Para qué?-pregunté.
- Para que no nos separemos. Una cosa entre solo nosotros dos, que nadie pueda romper.
-¿Qué tal un beso?
-No-dije-soy muy pequeña.
-Mentira. Ya somos mayores. Podemos darnos un beso.
-Ya, pero, ¿Cómo se hace?
-¿No lo has visto en las películas? Tienes que acercarte a mí. En las pelis suena una canción, o el tic tac de un reloj. Para marcar lo que falta para que se besen.
-Tú ves muchas cosas raras, no sé si fiarme de ti.-dije con recelo.
-Hazlo.
Me tomó entre sus brazos y tuve sus labios a menos de un centímetro de los míos. Podía sentir su dulce aliento. Ambos teníamos los ojos abiertos. Estaba asustada, pero confiaba en él, a pesar de mis palabras.
-Tic, tac-murmuró él entrecerrando los ojos.
-Tic, tac-respondí abrazando su cuello y juntando nuestros labios.
Le besé apasionadamente, incluso mejor que en las pelis. Él me sostuvo todo el tiempo. Cuando nos separamos, estábamos rojos como tomates. No habíamos controlado el tiempo que habíamos estado sin respirar.
-Casi me ahogas-le espeté.
-A ti te olía el aliento, así que no te quejes.
-¡Mentira!
- Seguro…
-Ya, ¡pues ahora me voy a buscar otro novio!
-¡Selena!
No pude evitar sonreír. Nuestro último día fue hermoso. Una pena que fue el último. Terminaron las clases, y justo cuando iba a irme, Alicia me pilló.
-Oye, tú con un chico como ése, ¿y no me lo cuentas?
-Tía, es Luis.
-¿Luis?
-El chico que se fue en cuarto de primaria, cuando estábamos en el colegio.-dije con cara da aburrida.
-¿LUIS? Qué dices, madre mía, qué cambio, ¿no? Era tu novio, ¿verdad?-exclamó ella mientras caminábamos.
-Sí, pero eso forma parte del pasado.
-Deberíais volver, hacíais una pareja muy mona…
-Tía…
-¡SELENA!!!-gritó una voz.
OH, no.
-Luis, cuánto tiempo-exclamó Alicia.
-Eres Ali, ¿no? Qué suerte que estemos en la misma clase.-comentó él-oye Sele, quería hablar contigo a solas.
-Ya… pero tengo que irme-dije poniendo una excusa.
-Mentira.
-¿Y tú que sabes?
-Sigues siendo la misma de siempre.
-Bueno, me voy-dijo Alicia sonriéndome de manera peligrosa.
-Entonces, ¿te vienes?-preguntó él.
-Qué remedio-dije mirándole con recelo.
Salimos del instituto juntos. A la salida observé a Miguel. Estaba con sus amigos. De repente noté que me miraba. Aparté la mirada, e intenté hablar con Luis.
-Bueno, ¿y qué tal en Londres?
-Conocí chicas muy guapas…-dijo él.
-Mujeriego…-le acusé.
-Qué remedio, las británicas son las más guapas…
-¿En serio?
-No-dijo él sonriendo-nunca me olvidé de ti.
-Ah…-dije nerviosa. ¿Qué iba a responderle? Yo sí de ti, me enamoré de un imbécil llamado Miguel, que ahora odio, ¿por qué? Porque es un cabrón.
-Por eso… quería que me dieras una nueva oportunidad, Selena.
-¿Una nueva oportunidad?-balbuceé.
-Sí.
Paseamos por un parque, cerca de la casa de Miguel. Así no tendría que recorrer mucho camino de vuelta.
-No lo sé, Luis-dije.
-¿En serio?-dijo acercándose a mí.
-Para, Luis, eso no funciona conmigo…-dije apartándole.
-Dijiste que me esperarías, me hiciste prometer que no me enamoraría. He vuelto. Por ti.
-Luis…-dije en un suspiro.
-Dame una oportunidad-pidió cogiendo mi mano.
Podía sentir su chaqueta marrón rozar mi sudadera, y su aliento en mi cara. Me quedé en shock, hipnotizada por el recuerdo del amor que una vez sentí hacia él.
-¿Me la darás?
-S-Sí-susurré.
-Tic, tac-dijo apoyándome contra el tronco de un árbol.
-Tic, tac-respondí mientras ponía mis brazos alrededor de su cuello.
-Tic, tac-finalizó él besando mi cuello.
-Siento por todo lo que has tenido que pasar-dijo él.
-Lo sé-dije adormecida.
Siguió por debajo de mi oreja. Estaba claro que el muy idiota había aprendido mucho en su estancia en Londres. A saber con cuántas había estado. Mordió el lóbulo de mi oreja y me estremecí.
-No hagas eso, IDIOTA.-dije intentando apartarme de él.
-Ahora no-musitó apoyándome más contra el árbol y acercando a menos de un milímetro sus labios a los míos.
-¿Qué sientes?-preguntó.
-¿Estás jugando conmigo?-pregunté completamente en mí.
-No, estoy intentado recordar cada parte de ti… y como me sentí al besarte…
-Me olía el aliento, ¿Te acuerdas?-dije.
Siguió besando mi cuello.
-Fue una pequeña broma… te lo tomaste tan en serio…
-¿En serio me quieres?-dije ignorando sus palabras.
-Siempre.
Me besó en los labios como la última vez. EL beso apenas duró más de diez segundos. Separó sus labios de los míos, y volvió a juntarlos de nuevo. Una y otra vez. Se sentía bien. De una vez por todas me sentía querida. Sentía cada uno de sus besos en mi cuello, y sus labios húmedos besarme una y otra vez. No sé cuánto tiempo pasó. Cuando ya no podía seguir más tiempo de pie me dejé caer, apoyada en el tronco. El se agachó y me miró con sus ojos penetrantes.
-Tic, tac-dijo besándome por última vez.