Arya
Oí las palabras duras del juez. Había estado llorando durante todo el juicio. A mi lado estaba Sol, que me animaba acariciándome el hombro. Ella también estaba llorando sin embargo. El querubín estaba leyendo todos mis pecados, y yo me sentía la persona más desgraciada y miserable del mundo. Sol empezó a gemir a mi lado. Había dejado a su protegido solo para respaldarme en el juicio, pero casi sentía que era yo la que la consolaba a ella.
-… y por último, mantener una relación sentimental, con el futuro señor-terminó de leer el juez.
Me limpié las lágrimas y sostuve la mirada desafiante que el querubín me había lanzado. EL juez, inquieto, volvió la vista hacia el papel.
Vi como llamaba al estrado a Sol, que dio testimonio de no haber visto nada. Entonces alcé la vista para ver, como Gabriel subía también al estrado. No levantó la vista mientras hablaba. Empezó a hablar, sin remitir detalle. Entonces le miré con lágrimas nuevas retenidas en mis ojos. Éste me miró con tristeza, furia y dolor, como pidiéndome perdón con la mirada. Entonces volví a enterrar la cara entre mis brazos. Seguí escuchando el testimonio de Gabriel, hasta que llegó a la parte de mi enfado por lo de Eva. Entonces empezó a remitir la realidad. Le observé, como cerraba los ojos mientras mentía. Por mí. Vi como se iba y se sentaba en el mismo banco que yo, y se tapaba la cara con las dos manos, mientras ocultaba las lágrimas que lo mandarían a mi lugar de destino.
Satya
-¿Tú eres Arya?-musitó Jack aún con el shock.
Asentí haciendo brillar lágrimas falsas en mis ojos.
-También engañó a este pobre chico-susurré señalando a mi estúpida marioneta, que estaba en el suelo, exhausta y perdida.
-Vaya… yo…-dijo él cayendo de bruces al suelo y sujetándose la cabeza-no puede ser, yo… yo… ¡yo creía en ella! ¡Y me ha hecho esto!
-No se preocupe, mi señor-le dije agachándome y poniendo mi rostro muy cerca de él.-nos engañó a todos.
Me miró. Detrás de esos cabellos y mejillas pálidas, estaba su verdadera Aritmi… yo. Rocé con mis dedos su mejilla, y vi como entrecerraba los ojos bajo la magia de mi poder. Acerqué lentamente mis labios hacia los suyos. Pronto Jack sería mío, solo mío… mío…
-Ejem…
De repente sentí la presencia de un ángel tras mí, e improvisando con rapidez, hice como si le quitaba algo del pelo a Jack.
-Vaya, tenías una pelusa-dije con mi sonrisa particular.
El ángel carraspeó, y me miró con recelo, como si no se fiara de mí.
-Se requiere la presencia del hijo de Dios, conocido como Jack, y de la hermana de la acusada.
Suspiré. En cierto modo me sentí aliviada. S hubiera dicho mi nombre, todo se habría ido al garete. Lo había hecho fatal. Las cosas no deberían haber ido así. El ángel tendió su mano hacia nosotros. Yo la puse encima de él, y luego vi como Jack ponía la suya encima de la mía. Nos disolvimos en una nube blanca y abandonamos la Tierra.
Aparecimos en la sala del Juicio Final. En los juzgados con los que siempre tuve pesadillas. Con pereza extendí las alas en mi espalda. Empecé a jugar con mis cabellos ondulados y rubios. Anhelaba mi belleza. Aún así, empezaba a arrepentirme de todo lo que había hecho. Empecé a sentir agonía. Pero era demasiado tarde para sentirme culpable.
-Se juzga a Arya por los pecados que antes mencioné, pero también debemos juzgar al ángel Satya.
Jack, que estaba a mi lado, me miró confundido. Yo bajé la cabeza. Mi venganza había llegado a su fin.
Jack
-Se la juzga por controlar el cuerpo de su protegido y el de un humano, para acusar a su hermana y conseguir el puesto de Aritmi de ella, y por mentir y engañar al hijo de Dios. Señor, ¿algo para añadir?
Jack miró a Arya. ¿El cuerpo de un humano? Entonces… ella no… se le rompió el corazón. Estaba llorando. Ni si quiera había alzado la mirada. La culpa era de los dos. Luego observó a Satya. Su hermana. Gemela. Eran completamente idénticas; la única diferencia era la longitud de su pelo. Ella estaba con la cabeza gacha, pero ni lloraba, ni tenía ninguna mueca en su rostro. Dio un paso hacia Arya, pero dos ángeles le detuvieron.
-Perdonad, mi señor-dijeron a la vez.
-Exijo hablar con mi Padre-exclamó Jack con furia.
-Mi sentencia es la cadena perpetua… en los calabozos del infierno… para las dos.
Grité furioso. Me rebelé. Entonces se armó un gran alboroto. Vi, sin poder evitarlo, como los ángeles se llevaban a las hermanas, que no opusieron resistencia. Estaba condenada. Condenadas. No. No. Ambos debían estar condenados. ¿Por qué su padre no hacía nada? ¡Diablos! Los ángeles empezaban a hacerme daño, mientras intentaba liberarme de ellos. No me sentía un Dios. Ni su sucesor. Me sentía un inútil y un estúpido. Me sentía humano. Estaba enamorado.